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Foto de Tatiana Syrikova

Lo dijo Hobbes

Lo dijo Nietzsche

Lo dije yo, lo dijiste tú,

Lo dijo él, lo dijo ella

La persona en la bolsa

Lo dijo la víctima

Lo dijo la comunidad

Lo dijo la muerte

Lo dijo la vida

Lo dijo la policía

Nacemos, y crecemos con miedo, vivimos una reproducción cíclica de temores que vienen inmersos en la condición humana, cohabitamos con una especie de monstruo hobbesiano que se alimenta de nuestra debilidad. El miedo nos invade y se esparce como un virus, nos horroriza la crueldad, la banalidad de hermosas superficies y su barbárica profundidad: sociedad de víctimas y victimarios, de personas opresoras y oprimidas.

Hay quienes explotan el miedo y sustentan su poder en él, usan presagios Nietzscheanos basados en la metáfora del abismo: “quien entre monstruos anda debe cuidarse de no convertirse en uno”. Así funciona la política del miedo, mientras más miedo arrojes al abismo, más difícil es salir de él, que bien lo saben quienes ostentan el poder y por los siglos de los siglos han creado monstruos para enseñarnos a vivir con miedo; miedo del YO, de la gente, del qué dirán, de la sociedad; miedo incrustado en creaciones leviatánicas.

El miedo, encontró su lugar en las mujeres que por siglos hemos sufrido la violencia patriarcal; en los niños y niñas que sufren el maltrato a corta edad; en las comunidades confinadas por actores armados; en poblaciones que han sido blanco de masacres; en líderes y lideresas, víctimas del exterminio; en el corazón asustado de los animales que temen la barbarie humana; en ex combatientes que se enfrentan a la hostilidad societaria; en la exclusión que afecta a la diversidad, y en la pobreza y la desigualdad. El miedo se introdujo en las sabanas, en los sueños, debajo de las camas, es parte de la vida cotidiana.

Acostumbrarnos al miedo fue la única opción en una sociedad descarnadamente violenta, parece que es un monstruo que vive oculto en lugares difusos y que susurra constantemente: “no dejes de temblar”, el miedo es el arma despiadada de quienes conforman el  imperio del mal, en vez de sembrar paz en los territorios los cubrieron de sangre, los cubrieron de muerte y la gente inocente tuvo que vivir con miedo.

Hasta que el miedo cambie de lado, podremos respirar sin temor, hablar sin amenazas, amar intensamente, movernos con libertad, derrocar la violencia, liberarnos de los horrores milenarios y vencer la resistencia al cambio. Cuando el miedo cambie de lado temblarán la cobardía autoritaria y las entrañas patriarcales; temblarán los cimientos de las dictaduras modernas y la corruptibilidad de los sistemas; temblarán los regímenes opresores, sus dispositivos y controles.

Hasta que el miedo cambie de lado…

Hasta que el Miedo Cambie de Lado

Columna
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September 15, 2022

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Foto de Tatiana Syrikova

Lo dijo Hobbes

Lo dijo Nietzsche

Lo dije yo, lo dijiste tú,

Lo dijo él, lo dijo ella

La persona en la bolsa

Lo dijo la víctima

Lo dijo la comunidad

Lo dijo la muerte

Lo dijo la vida

Lo dijo la policía

Nacemos, y crecemos con miedo, vivimos una reproducción cíclica de temores que vienen inmersos en la condición humana, cohabitamos con una especie de monstruo hobbesiano que se alimenta de nuestra debilidad. El miedo nos invade y se esparce como un virus, nos horroriza la crueldad, la banalidad de hermosas superficies y su barbárica profundidad: sociedad de víctimas y victimarios, de personas opresoras y oprimidas.

Hay quienes explotan el miedo y sustentan su poder en él, usan presagios Nietzscheanos basados en la metáfora del abismo: “quien entre monstruos anda debe cuidarse de no convertirse en uno”. Así funciona la política del miedo, mientras más miedo arrojes al abismo, más difícil es salir de él, que bien lo saben quienes ostentan el poder y por los siglos de los siglos han creado monstruos para enseñarnos a vivir con miedo; miedo del YO, de la gente, del qué dirán, de la sociedad; miedo incrustado en creaciones leviatánicas.

El miedo, encontró su lugar en las mujeres que por siglos hemos sufrido la violencia patriarcal; en los niños y niñas que sufren el maltrato a corta edad; en las comunidades confinadas por actores armados; en poblaciones que han sido blanco de masacres; en líderes y lideresas, víctimas del exterminio; en el corazón asustado de los animales que temen la barbarie humana; en ex combatientes que se enfrentan a la hostilidad societaria; en la exclusión que afecta a la diversidad, y en la pobreza y la desigualdad. El miedo se introdujo en las sabanas, en los sueños, debajo de las camas, es parte de la vida cotidiana.

Acostumbrarnos al miedo fue la única opción en una sociedad descarnadamente violenta, parece que es un monstruo que vive oculto en lugares difusos y que susurra constantemente: “no dejes de temblar”, el miedo es el arma despiadada de quienes conforman el  imperio del mal, en vez de sembrar paz en los territorios los cubrieron de sangre, los cubrieron de muerte y la gente inocente tuvo que vivir con miedo.

Hasta que el miedo cambie de lado, podremos respirar sin temor, hablar sin amenazas, amar intensamente, movernos con libertad, derrocar la violencia, liberarnos de los horrores milenarios y vencer la resistencia al cambio. Cuando el miedo cambie de lado temblarán la cobardía autoritaria y las entrañas patriarcales; temblarán los cimientos de las dictaduras modernas y la corruptibilidad de los sistemas; temblarán los regímenes opresores, sus dispositivos y controles.

Hasta que el miedo cambie de lado…

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