Dentro y Fuera del Texto

November 16, 2021
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Foto: Leah Kelley en Pexels

Una de las frases más recordadas de Derrida es “no hay nada fuera del texto”. Lo que este pensador busca decirnos es, a simple vista, que todo está  limitado por el lenguaje. Ciertamente la literalidad ha configurado nuestra sociedad y ha coartado las distintas interpretaciones y usos que se puedan tener de ciertos términos. Por ejemplo, la información que registra en la cédula de ciudadanía. Si bien el registro de datos es importante para el control de las estadísticas nacionales y mundiales, no dejan de ser simplemente eso, datos. Más allá podemos encontrar una telaraña inmensa de hilos que nos unen con otros: un tipo de sangre que compartimos y podemos donar y recibir; una ciudad de nacimiento que nos determina en ciertos imaginarios colectivos (rolos, paisas, costeños, opitas…); un país cuya historia marcará nuestra mirada del mundo y por supuesto un nombre y un apellido, es en este punto especialmente donde esta información que pretende informar o informarnos sobre quienes somos es arbitraria. Es en esta categoría en donde deberíamos poder elegir vista la posibilidad, poder cambiar los patrones y mudar el pensamiento desde el texto para que este en sus cualidades indescifrables se desborde en acciones de justicia. Lo que quiero decir es que hemos sido no solo nombradas sino además catalogadas como si de una pertenencia o una mascota se tratase, en vez de llevar una placa con un número de teléfono por si nos perdemos, llevamos una cédula en la mayoría de los casos con un apellido paterno, cómo si esa fuese la única manera de ubicarnos en el mundo, como si fuésemos simplemente un instrumento de la ampliación de otro ser, como si fuésemos la única manera de perpetuar la hegemonía de género y de extender la memoria de los hombres después de la muerte. 

Más allá del texto, en esa nada de la que habla Derrida suceden infinidad de cosas y es en esa nada donde debemos habitar, allí, pero a partir del texto, a partir de nuestra identidad, la que nosotras queramos tener. La de un padre que sí estuvo presente, la de un padre y una madre ejemplos de amor y misericordia o solo la de una madre echada para adelante o si es el caso ninguna. Pero empezar a llamarnos a nosotras mismas de la manera en que queremos vernos dentro y fuera del texto.


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Una de las frases más recordadas de Derrida es “no hay nada fuera del texto”. Lo que este pensador busca decirnos es, a simple vista, que todo está  limitado por el lenguaje. Ciertamente la literalidad ha configurado nuestra sociedad y ha coartado las distintas interpretaciones y usos que se puedan tener de ciertos términos. Por ejemplo, la información que registra en la cédula de ciudadanía. Si bien el registro de datos es importante para el control de las estadísticas nacionales y mundiales, no dejan de ser simplemente eso, datos. Más allá podemos encontrar una telaraña inmensa de hilos que nos unen con otros: un tipo de sangre que compartimos y podemos donar y recibir; una ciudad de nacimiento que nos determina en ciertos imaginarios colectivos (rolos, paisas, costeños, opitas…); un país cuya historia marcará nuestra mirada del mundo y por supuesto un nombre y un apellido, es en este punto especialmente donde esta información que pretende informar o informarnos sobre quienes somos es arbitraria. Es en esta categoría en donde deberíamos poder elegir vista la posibilidad, poder cambiar los patrones y mudar el pensamiento desde el texto para que este en sus cualidades indescifrables se desborde en acciones de justicia. Lo que quiero decir es que hemos sido no solo nombradas sino además catalogadas como si de una pertenencia o una mascota se tratase, en vez de llevar una placa con un número de teléfono por si nos perdemos, llevamos una cédula en la mayoría de los casos con un apellido paterno, cómo si esa fuese la única manera de ubicarnos en el mundo, como si fuésemos simplemente un instrumento de la ampliación de otro ser, como si fuésemos la única manera de perpetuar la hegemonía de género y de extender la memoria de los hombres después de la muerte. 

Más allá del texto, en esa nada de la que habla Derrida suceden infinidad de cosas y es en esa nada donde debemos habitar, allí, pero a partir del texto, a partir de nuestra identidad, la que nosotras queramos tener. La de un padre que sí estuvo presente, la de un padre y una madre ejemplos de amor y misericordia o solo la de una madre echada para adelante o si es el caso ninguna. Pero empezar a llamarnos a nosotras mismas de la manera en que queremos vernos dentro y fuera del texto.


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