
Para muchas mujeres latinoamericanas, el agotamiento no es un síntoma: es una condición impuesta. Decir que “descansar es un derecho” no cambia lo estructural. Sólo expone lo negado.
Cuerpos que duelen, sistemas que exigen
La fibromialgia es una enfermedad crónica caracterizada por dolor generalizado, fatiga persistente y sueño no reparador. Afecta entre el 2 y el 5 % de la población adulta, pero el 90 % de los casos se presenta en mujeres.
En América Latina, estas cifras se agudizan. Un estudio realizado en Colombia reveló que más del 81 % de quienes padecen fibromialgia son mujeres. Otro relevamiento regional, publicado en Current Medical Research and Opinion, mostró que las pacientes latinoamericanas tardan en promedio 42 meses en recibir un diagnóstico, más que en Europa, y reportan niveles más intensos de dolor y ansiedad. No es casual: cuando el dolor habita cuerpos feminizados, tarda más en ser atendido y menos en ser culpabilizado.
La medicina suele ofrecer respuestas fragmentadas: fármacos, derivaciones, protocolos. Pero lo que muchas mujeres enfrentan es una acumulación de exigencias —laborales, familiares, emocionales— que se alojan en el cuerpo. La fibromialgia no solo produce dolor. También revela una estructura que normaliza ese dolor como parte del guion femenino.
La pedagogía de la resistencia
Se le dice “fuerte” a quien sigue, aunque no pueda más. El elogio de la fortaleza, en clave femenina, funciona como una trampa. Porque no es una virtud elegida: es una condición impuesta. En América Latina, millones de mujeres trabajan jornadas dobles o triples, asumiendo tareas no remuneradas de cuidado, mientras enfrentan precarización, violencia o exclusión. Y aun así, se espera que resistan en silencio.
Estudios realizados en Brasil y Portugal confirman que la fatiga vinculada con la fibromialgia se relaciona directamente con ansiedad, baja autoestima y falta de apoyo emocional. No se trata de sensibilidad. Se trata de haber vivido demasiadas veces por encima del umbral de lo tolerable.
Descansar, si se puede
En este contexto, descansar no es un gesto de autocuidado. Es un privilegio negado. Las narrativas que invitan a “poner límites” o “tomarse un tiempo” ignoran que, para muchas, el descanso tiene costo: menos ingresos, culpa acumulada, sospecha de flojera. Lo que en otros se llama estrés, en ellas se traduce como falta de carácter.
Decir “necesito parar” no es siempre una opción. Por eso, cuando una mujer logra hacerlo, no está rindiéndose. Está cuestionando una lógica que exige más de lo que da.
Lo personal es estructural
El cuerpo que duele no siempre es patológico. A veces, es un cuerpo que fue sobreexigido, infravalorado, medicalizado sin escucha. La fibromialgia no explica todo, pero sí permite mirar una parte de lo que se esconde tras la fatiga femenina: el mandato de aguantar.
Frente a eso, descansar no es rendirse. Es empezar a decir que así no.
Referencias:
- Rivera, J. et al. “Fibromialgia: una revisión desde la reumatología.” Reumatología Clínica, 2023.
- Jones, G. T. et al. “A patient and physician survey of Fibromyalgia across Latin America and Europe.” Current Medical Research and Opinion, 2008.
- Santos, M. et al. “Association of fatigue with pain, depressive symptoms and other factors in women with fibromyalgia.” PLOS ONE, 2022.