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Disturbios antrópicos
Inconsecuencias humanas
Caos desenfrenado de paradojas
Somos o no somos consecuentes
Es un lamentable riesgo latente

Lo antrópico es el comportamiento de la humanidad: “Si en el Universo se deben verificar ciertas condiciones que garanticen nuestra existencia, estas se verifican ya que existimos” pero, ¿de qué manera existimos? ¿Somos consecuentes acaso con lo que significa nuestra propia existencia? ¿Somos consecuentes con la forma en que nuestras acciones impactan en el entorno? o ¿Seremos tan inconsecuentes, que terminamos afectando hasta nuestra propia existencia?

Cuantos disturbios políticos, sociales y morales, causa la inconsecuencia, extremos que se contraponen a lo que se siente y lo que se piensa, a lo que se dice y lo que se hace; personas caminan inconscientes al no ser consecuentes con sus propias realidades. Es cotidiano ver personas deliberadamente desarraigadas de sus roles, van en contravía de lo que significa su lugar en la vida. Cuantos disturbios causa la inconsecuencia cuando impera de forma alarmante la obtusidad, es nuestra desafortunada y antrópica realidad.

Inconsecuentes, son las personas que salen de las mejores universidades pero están en la mira por escándalos de corrupción; políticos inmorales que en sus discursos alardean de la paz, pero en sus prácticas promueven la guerra y la discriminación; personas que sufren los estragos de la desigualdad, pero son felices defendiendo la esclavitud moderna; mujeres que históricamente sufren la violencia machista, pero siguen resguardando el discurso patriarcal; personas en cargos públicos creados para el bienestar social, que les incomoda los discursos de la igualdad y la dignidad; personas corruptas, que tienen como bandera política la anticorruptibilidad, o personas de la academia, que olvidan el sentido de la educación y lo convierten en un dispositivo más de opresión.

Así es la sociedad de inconsecuente, perdida en una odisea de contradicciones: hay quienes defienden los valores con altos raseros morales, pero discriminan y excluyen inmoralmente la diferencia; hay quienes se dicen buenas personas, pero maltratan hasta con el lenguaje a otras; hay quienes alardean de su sabiduría, pero pasan por encima de otras sin ninguna educación; hay quienes se creen decentes, pero tienen arraigada la indecencia de la indiferencia; hay quienes exaltan los valores familiares, pero educan con violencia a su descendencia y están las llamadas “personas de bien” que parecen la inconsecuencia al cien, su subjetividad está atravesada por todo lo que está mal, por todo lo que no debe ser.

Seamos consecuentes y evitemos los disturbios de la inconsecuencia, si tu rol es la defensa de derechos, que tus discursos y prácticas sean consecuentes; si tu rol es la docencia, se consecuente con el principio vital de la educación que se basa en el amor y la colaboración; si tu rol es de liderazgo, se consecuente con desactivar los dispositivos de poder y de control; si tu rol es trabajar con comunidades, se consecuente con la forma en la que te relacionas con tu entorno; si tu rol es la abogacía, se consecuente con la ética jurídica; si tu rol es trabajar por y con las víctimas, se consecuente con sentir altos niveles de empatía; si tu rol es la política, se consecuente con lo que realmente significa el poder del pueblo.

Si no tienes la suficiente sensibilidad, no te dediques a trabajar con víctimas; si no tienes vocación ni inspiración, no te dediques a la educación; si persisten en tí prejuicios y sesgos morales, no trabajes con víctimas de violencias de género; si no te importan los demás, revalúa tu humanidad; si no tienes solidaridad, no te dediques a ningún trabajo social; si no respetas, ni entiendes las diferencias, piensa muy bien tu lugar en la sociedad. Si no eres consecuente con lo que haces, no causes más daños y da un paso al costado. No seas de esas personas que de puertas para fuera es una y de puertas para adentro es otra:  “en público un personaje respetable y en privado una persona despreciable”.

Es doloroso sentir como personas que están en cargos sociales son tan inconsecuentes con lo que hacen; personas defendiendo víctimas de violencias de género abarrotadas de sesgos patriarcales; personas del sector justicia que actúan con total injusticia; personas dedicadas a la educación prejuzgando y discriminando con ignorancia; y qué decir de quienes se dedican a la política, cuan distantes están sus discursos de sus prácticas.  

Evitemos a toda costa los disturbios de la inconsecuencia, en esta sociedad se necesitan más personas consecuentes con el significado mismo de la humanidad en el sentido más positivo, ese que nos invita a respetar los derechos, la diversidad, la equidad de género, las diferencias, la otredad y la paz. Ser consecuente, significa amarse a sí mismo,  respetar al otro u otra, actuar con transparencia, sin egoísmos, ni indiferencia; actuar con solidaridad y con la convicción de que nuestras acciones contribuyen a una sociedad más justa, más libre y más equitativa.

Por más personas defensoras de derechos humanos, ecologistas, docentes, animalistas, líderes y lideresas sociales, profesionales con ética, personas honestas y activistas, consecuentes, con el lugar que escogimos en el mundo. ¡Que los disturbios de la inconsecuencia no sigan causando desastres sociales!.

La antrópica existencia humana, es el sistema al desnudo, los ánimos destructivos de un statu quo instalado en las capas sociales; el comportamiento humano, no es más que el reflejo de dispositivos de poder complejos, que implosionan toda forma de vida, que pobre e inconsecuente resulta nuestra presencia en la tierra

Los Disturbios de la Inconsecuencia

Columna
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June 15, 2022

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Disturbios antrópicos
Inconsecuencias humanas
Caos desenfrenado de paradojas
Somos o no somos consecuentes
Es un lamentable riesgo latente

Lo antrópico es el comportamiento de la humanidad: “Si en el Universo se deben verificar ciertas condiciones que garanticen nuestra existencia, estas se verifican ya que existimos” pero, ¿de qué manera existimos? ¿Somos consecuentes acaso con lo que significa nuestra propia existencia? ¿Somos consecuentes con la forma en que nuestras acciones impactan en el entorno? o ¿Seremos tan inconsecuentes, que terminamos afectando hasta nuestra propia existencia?

Cuantos disturbios políticos, sociales y morales, causa la inconsecuencia, extremos que se contraponen a lo que se siente y lo que se piensa, a lo que se dice y lo que se hace; personas caminan inconscientes al no ser consecuentes con sus propias realidades. Es cotidiano ver personas deliberadamente desarraigadas de sus roles, van en contravía de lo que significa su lugar en la vida. Cuantos disturbios causa la inconsecuencia cuando impera de forma alarmante la obtusidad, es nuestra desafortunada y antrópica realidad.

Inconsecuentes, son las personas que salen de las mejores universidades pero están en la mira por escándalos de corrupción; políticos inmorales que en sus discursos alardean de la paz, pero en sus prácticas promueven la guerra y la discriminación; personas que sufren los estragos de la desigualdad, pero son felices defendiendo la esclavitud moderna; mujeres que históricamente sufren la violencia machista, pero siguen resguardando el discurso patriarcal; personas en cargos públicos creados para el bienestar social, que les incomoda los discursos de la igualdad y la dignidad; personas corruptas, que tienen como bandera política la anticorruptibilidad, o personas de la academia, que olvidan el sentido de la educación y lo convierten en un dispositivo más de opresión.

Así es la sociedad de inconsecuente, perdida en una odisea de contradicciones: hay quienes defienden los valores con altos raseros morales, pero discriminan y excluyen inmoralmente la diferencia; hay quienes se dicen buenas personas, pero maltratan hasta con el lenguaje a otras; hay quienes alardean de su sabiduría, pero pasan por encima de otras sin ninguna educación; hay quienes se creen decentes, pero tienen arraigada la indecencia de la indiferencia; hay quienes exaltan los valores familiares, pero educan con violencia a su descendencia y están las llamadas “personas de bien” que parecen la inconsecuencia al cien, su subjetividad está atravesada por todo lo que está mal, por todo lo que no debe ser.

Seamos consecuentes y evitemos los disturbios de la inconsecuencia, si tu rol es la defensa de derechos, que tus discursos y prácticas sean consecuentes; si tu rol es la docencia, se consecuente con el principio vital de la educación que se basa en el amor y la colaboración; si tu rol es de liderazgo, se consecuente con desactivar los dispositivos de poder y de control; si tu rol es trabajar con comunidades, se consecuente con la forma en la que te relacionas con tu entorno; si tu rol es la abogacía, se consecuente con la ética jurídica; si tu rol es trabajar por y con las víctimas, se consecuente con sentir altos niveles de empatía; si tu rol es la política, se consecuente con lo que realmente significa el poder del pueblo.

Si no tienes la suficiente sensibilidad, no te dediques a trabajar con víctimas; si no tienes vocación ni inspiración, no te dediques a la educación; si persisten en tí prejuicios y sesgos morales, no trabajes con víctimas de violencias de género; si no te importan los demás, revalúa tu humanidad; si no tienes solidaridad, no te dediques a ningún trabajo social; si no respetas, ni entiendes las diferencias, piensa muy bien tu lugar en la sociedad. Si no eres consecuente con lo que haces, no causes más daños y da un paso al costado. No seas de esas personas que de puertas para fuera es una y de puertas para adentro es otra:  “en público un personaje respetable y en privado una persona despreciable”.

Es doloroso sentir como personas que están en cargos sociales son tan inconsecuentes con lo que hacen; personas defendiendo víctimas de violencias de género abarrotadas de sesgos patriarcales; personas del sector justicia que actúan con total injusticia; personas dedicadas a la educación prejuzgando y discriminando con ignorancia; y qué decir de quienes se dedican a la política, cuan distantes están sus discursos de sus prácticas.  

Evitemos a toda costa los disturbios de la inconsecuencia, en esta sociedad se necesitan más personas consecuentes con el significado mismo de la humanidad en el sentido más positivo, ese que nos invita a respetar los derechos, la diversidad, la equidad de género, las diferencias, la otredad y la paz. Ser consecuente, significa amarse a sí mismo,  respetar al otro u otra, actuar con transparencia, sin egoísmos, ni indiferencia; actuar con solidaridad y con la convicción de que nuestras acciones contribuyen a una sociedad más justa, más libre y más equitativa.

Por más personas defensoras de derechos humanos, ecologistas, docentes, animalistas, líderes y lideresas sociales, profesionales con ética, personas honestas y activistas, consecuentes, con el lugar que escogimos en el mundo. ¡Que los disturbios de la inconsecuencia no sigan causando desastres sociales!.

La antrópica existencia humana, es el sistema al desnudo, los ánimos destructivos de un statu quo instalado en las capas sociales; el comportamiento humano, no es más que el reflejo de dispositivos de poder complejos, que implosionan toda forma de vida, que pobre e inconsecuente resulta nuestra presencia en la tierra

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