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Foto de: David Pirachicán
Foto David Pirachicán

Los Hijos de Nadie


Los vándalos, esos que andan fuera llenos de rabia enceguecedora, pidiendo lo que nunca les ha pertenecido, lo que jamás han considerado que les pertenece, dañándolo todo, prendiendo el fuego que tienen dentro,  pero con una mínima esperanza de poder cambiar su historia; salieron a las calles, encapuchados con el cuerpo entero a una guerra que no dio más espera, que se convirtió en excusa y rin de la injusticia.


Vándalos que no piden “algo” , lo piden todo, que no dejan trabajar a la “gente honesta”, que rompen todo lo que el Estado les ha dado, que no le tienen miedo a la muerte o enfermedad, ya sea covid o a la fuerza pública dispuesta a llevarlos por delante, porque al parecer el daño que están haciendo es digno de castigo.


Vándalos sin madre, sin responsabilidad, sin consciencia, desocupados, vagos, inadaptados. Todos merecen consecuencias, restricciones, mano dura. Eso dicen.


¿Y quiénes son esos vándalos?, la verdad sobre ellos no la conozco, pero hay algo que puedo percibir, y es que ellos no están perdiendo nada porque nada tienen, son los hijos olvidados de sus madres, en hogares dis-funcionales;  la violencia ha sido su  manera de relacionarse con el mundo, son los hijos olvidados de los maestros, del Estado, de los vecinos. De ellos nadie se acuerda, todos les temen, por vándalos, violentos, inadaptados, ladrones.


Yo soy diferente a los vándalos en principio porque tuve oportunidades, esas que están pidiendo a gritos, poniéndole el pecho y el cuerpo entero. Soy diferente  porque tuve la oportunidad de estar en contextos amorosos, educados, empáticos, donde siempre fui importante para otros. Porque puedo ver que eso que están haciendo viene con una rabia enceguecedora, pidiendo justicia a las malas, que están perdidos en su miseria y no conocen otra manera de pedirlo, son víctimas y victimarios de la violencia de un país abusador y maltratador.


Sin embargo, creo que sus dolores nos pertenecen, que son  hijos de todos;  nuestra indiferencia e indolencia los han abandonado. Esos vándalos son los mismos niños que violentaron, que pasaron hambre, que solo saben de rabia y fuego, nada más. Y eso nos compete a todos.


Esos, que son “los hijos de nadie”, antes de castigarlos arduamente necesitan sentirse escuchados,  el amor de personas como yo que no le ha faltado nada, requieren la empatía de quienes lo harían todo diferente porque lo han vivido todo de manera distinta. Incluso al desvirtuar su intención a través de violencia. Ellos quieren un gobierno que por fin les cumpla sus promesas, entienda sus realidades e invite al país entero a trabajar en colectivo para que este mal trato cese.  Necesita de todas las madres y padres que a ellos les han faltado.


El vandalismo no es la manera, esa es otra verdad, pero quizás entendiendo un posible origen de su deseen,  entendemos porqué ellos no ven otras maneras de pedir ayuda. Ojalá les den espacio legítimo y suficiente para que levanten su voz sin violencia en el medio; por mi parte  les prometo rechazar el castigo como antídoto a su rabia enceguecedora, porque les debo mi empatía y creo, así como lo he practicado en la crianza de mis hijos, que el castigo y los premios desvirtúan el camino a la verdad y las habilidades para que algún día la violencia carezca de sentido para todos como la única manera de levantar la voz y lograr ser escuchados.

¿Y quiénes son esos "vándalos"?

Columna
por:
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May 30, 2021

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Foto de: David Pirachicán
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Los Hijos de Nadie


Los vándalos, esos que andan fuera llenos de rabia enceguecedora, pidiendo lo que nunca les ha pertenecido, lo que jamás han considerado que les pertenece, dañándolo todo, prendiendo el fuego que tienen dentro,  pero con una mínima esperanza de poder cambiar su historia; salieron a las calles, encapuchados con el cuerpo entero a una guerra que no dio más espera, que se convirtió en excusa y rin de la injusticia.


Vándalos que no piden “algo” , lo piden todo, que no dejan trabajar a la “gente honesta”, que rompen todo lo que el Estado les ha dado, que no le tienen miedo a la muerte o enfermedad, ya sea covid o a la fuerza pública dispuesta a llevarlos por delante, porque al parecer el daño que están haciendo es digno de castigo.


Vándalos sin madre, sin responsabilidad, sin consciencia, desocupados, vagos, inadaptados. Todos merecen consecuencias, restricciones, mano dura. Eso dicen.


¿Y quiénes son esos vándalos?, la verdad sobre ellos no la conozco, pero hay algo que puedo percibir, y es que ellos no están perdiendo nada porque nada tienen, son los hijos olvidados de sus madres, en hogares dis-funcionales;  la violencia ha sido su  manera de relacionarse con el mundo, son los hijos olvidados de los maestros, del Estado, de los vecinos. De ellos nadie se acuerda, todos les temen, por vándalos, violentos, inadaptados, ladrones.


Yo soy diferente a los vándalos en principio porque tuve oportunidades, esas que están pidiendo a gritos, poniéndole el pecho y el cuerpo entero. Soy diferente  porque tuve la oportunidad de estar en contextos amorosos, educados, empáticos, donde siempre fui importante para otros. Porque puedo ver que eso que están haciendo viene con una rabia enceguecedora, pidiendo justicia a las malas, que están perdidos en su miseria y no conocen otra manera de pedirlo, son víctimas y victimarios de la violencia de un país abusador y maltratador.


Sin embargo, creo que sus dolores nos pertenecen, que son  hijos de todos;  nuestra indiferencia e indolencia los han abandonado. Esos vándalos son los mismos niños que violentaron, que pasaron hambre, que solo saben de rabia y fuego, nada más. Y eso nos compete a todos.


Esos, que son “los hijos de nadie”, antes de castigarlos arduamente necesitan sentirse escuchados,  el amor de personas como yo que no le ha faltado nada, requieren la empatía de quienes lo harían todo diferente porque lo han vivido todo de manera distinta. Incluso al desvirtuar su intención a través de violencia. Ellos quieren un gobierno que por fin les cumpla sus promesas, entienda sus realidades e invite al país entero a trabajar en colectivo para que este mal trato cese.  Necesita de todas las madres y padres que a ellos les han faltado.


El vandalismo no es la manera, esa es otra verdad, pero quizás entendiendo un posible origen de su deseen,  entendemos porqué ellos no ven otras maneras de pedir ayuda. Ojalá les den espacio legítimo y suficiente para que levanten su voz sin violencia en el medio; por mi parte  les prometo rechazar el castigo como antídoto a su rabia enceguecedora, porque les debo mi empatía y creo, así como lo he practicado en la crianza de mis hijos, que el castigo y los premios desvirtúan el camino a la verdad y las habilidades para que algún día la violencia carezca de sentido para todos como la única manera de levantar la voz y lograr ser escuchados.

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