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Pocas fechas concentran tanto consenso simbólico como el 25 de noviembre. Y sin embargo, pocas generan tan poco cambio real.
Desde que fue declarado Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en 1999, el 25N se ha convertido en una cita ineludible para gobiernos, medios y organizaciones. Pero tras los discursos, las cifras permanecen. Y lo más grave: las estructuras también.
Un fenómeno sistemático, no episódico
La narrativa dominante todavía describe la violencia contra las mujeres como una anomalía: casos aislados, motivaciones individuales, patologías emocionales. El dato desmiente esa mirada.
En América Latina, una mujer es asesinada cada dos horas por razones de género. La mayoría había denunciado antes. En muchos casos, el agresor era conocido. Casi nunca fue detenido a tiempo.
Lo que llamamos “violencia de género” no es un desvío. Es una consecuencia lógica de un sistema que sigue premiando el control, castigando la autonomía y tolerando la impunidad.
Más allá del golpe: las otras formas de violencia
Reducir la violencia al hecho físico borra su dimensión estructural. También es violencia:
- Que las mujeres ganen, en promedio, un 23% menos que los hombres por el mismo trabajo.
- Que la carga de cuidados no remunerados recaiga, en un 75%, sobre sus hombros.
- Que solo 1 de cada 4 cargos parlamentarios en la región esté ocupado por una mujer.
La violencia se ejerce en el mercado, en la política, en la salud, en los medios. No siempre deja marcas en la piel. Pero deja consecuencias en todas partes.
El problema con las campañas
Cada noviembre abundan los mensajes de sensibilización. Algunos bienintencionados. Otros vacíos. Muchos inofensivos.
El riesgo es convertir el 25N en un ritual estético: imágenes en blanco y negro, frases emotivas, hashtags compartidos por quienes no cambiarán sus prácticas.
Una verdadera estrategia de erradicación exige políticas públicas sostenidas, educación integral, acceso efectivo a la justicia y transformación mediática. Lo demás es conmemoración sin consecuencia.
Lo que aún no sabemos nombrar
Hay formas de violencia que ni siquiera cuentan con tipificación legal en varios países de América Latina: violencia digital, violencia política, violencia ginecológica.
Mientras tanto, las estadísticas siguen subregistrando. Y los sistemas judiciales siguen re-victimizando.
Nombrar, medir y legislar no son actos técnicos. Son actos políticos.
Este 25N, más que pedir justicia por cada caso, deberíamos preguntarnos por qué el sistema sigue produciendo tantos.
La violencia contra las mujeres no es un fallo del sistema. Es su síntoma más evidente.


