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“Hay poca comida
Pero hay mucha bala
Hay pocas oportunidades
Pero hay mucha bala
Hay poco trabajo
Pero hay mucha bala
Hay poca educación
Pero hay mucha bala
Hay poca justicia
Pero hay mucha bala
Hay poca libertad
Pero hay mucha bala
Hay poco gobierno
Pero hay mucha bala”


La bala disparada por el asesino es un proyectil que tiene fijo un destino, desangrar cuerpos, desintegrar el alma y romper en miles de pedazos los sueños. La bala es el arma más cobarde para apagar la luz de manifestantes que bailan, cantan, sueñan, luchan, aman y creen que la paz es posible. Su trayecto es mortal atraviesa a personas inocentes; jóvenes, estudiantes, docentes, líderes, lideresas y excombatientes. 


La bala simplemente hiere y mata, quien la dispara, solo piensa en balas y más balas. Bala para quien protesta, para quien no calla, para quien exige, para quien cuestiona, para quien quiere ser libre, balas y más balas. Los disparos van dejando un rastro de sangre por la geografía de la muerte. Todo el territorio parece un campo de tiro donde el objetivo puede ser cualquiera, hasta el hecho de reír, te puede convertir en un blanco fácil, parece que todo es una zona de impacto.


El suelo colombiano se volvió una galería de tiro, el violento dispara al aire libre, cae bajo el fuego toda aquella persona que no hace parte del macabro juego de la injusticia, la arbitrariedad y la violencia. Los dueños de la bala se bajan cobardemente de camionetas, disparan en las noches de las protestas, su objetivo no es otro que asesinar la esperanza, al disparar dejan una estela de tristeza.


La bala no sólo atraviesa a la víctima directa, sino que causa heridas profundas en las familias y la sociedad, quienes la disparan, nos quieren desangrar. Ese impacto miserable va dejando orificios en las causas sociales. Detrás de la bala hay un monstruo asesino, tiene su arma cargada con odio, discriminación, represión y muerte. Sus proyectiles son fulminantes, su única intención es descargar su arma contra la sociedad. Balas y más balas, no puede ser más brutal. Si sólo somos personas cargadas de esperanza ¿Cómo podemos luchar contra las balas? 


La bala puede atravesar los cuerpos, pero jamás atravesará los espíritus; la bala puede atravesar la cabeza, pero jamás atravesará las ideas; la bala puede atravesar el pecho, pero jamás atravesará la fuerza de un corazón; la bala puede atravesar los huesos, pero jamás atravesará la memoria; la bala puede atravesar los brazos y las piernas, pero jamás atravesará las alas de la libertad.


Lucas Villa sigue danzando en nuestra memoria, el espíritu de Santiago Murillo sigue vivo, el activismo de Nicolás Guerrero prevalecerá, como también lo hará el ejemplo de paz de las personas manifestantes que fueron atravesadas por la bala. La bala atravesó sus cuerpos pero no sus lecciones de vida. “Las seguiremos recordando en nuestros corazones”



"Ahorita en Colombia solo el hecho de ser joven y estar en la calle es arriesgar la vida. Todos podemos morir acá, pero cómo uno va a dejar a su pueblo. ¿Cómo no salir a marchar, a protestar?"  Días antes de ser atravesado por la bala de un asesino.  (Lucas Villa)


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“Hay poca comida
Pero hay mucha bala
Hay pocas oportunidades
Pero hay mucha bala
Hay poco trabajo
Pero hay mucha bala
Hay poca educación
Pero hay mucha bala
Hay poca justicia
Pero hay mucha bala
Hay poca libertad
Pero hay mucha bala
Hay poco gobierno
Pero hay mucha bala”


La bala disparada por el asesino es un proyectil que tiene fijo un destino, desangrar cuerpos, desintegrar el alma y romper en miles de pedazos los sueños. La bala es el arma más cobarde para apagar la luz de manifestantes que bailan, cantan, sueñan, luchan, aman y creen que la paz es posible. Su trayecto es mortal atraviesa a personas inocentes; jóvenes, estudiantes, docentes, líderes, lideresas y excombatientes. 


La bala simplemente hiere y mata, quien la dispara, solo piensa en balas y más balas. Bala para quien protesta, para quien no calla, para quien exige, para quien cuestiona, para quien quiere ser libre, balas y más balas. Los disparos van dejando un rastro de sangre por la geografía de la muerte. Todo el territorio parece un campo de tiro donde el objetivo puede ser cualquiera, hasta el hecho de reír, te puede convertir en un blanco fácil, parece que todo es una zona de impacto.


El suelo colombiano se volvió una galería de tiro, el violento dispara al aire libre, cae bajo el fuego toda aquella persona que no hace parte del macabro juego de la injusticia, la arbitrariedad y la violencia. Los dueños de la bala se bajan cobardemente de camionetas, disparan en las noches de las protestas, su objetivo no es otro que asesinar la esperanza, al disparar dejan una estela de tristeza.


La bala no sólo atraviesa a la víctima directa, sino que causa heridas profundas en las familias y la sociedad, quienes la disparan, nos quieren desangrar. Ese impacto miserable va dejando orificios en las causas sociales. Detrás de la bala hay un monstruo asesino, tiene su arma cargada con odio, discriminación, represión y muerte. Sus proyectiles son fulminantes, su única intención es descargar su arma contra la sociedad. Balas y más balas, no puede ser más brutal. Si sólo somos personas cargadas de esperanza ¿Cómo podemos luchar contra las balas? 


La bala puede atravesar los cuerpos, pero jamás atravesará los espíritus; la bala puede atravesar la cabeza, pero jamás atravesará las ideas; la bala puede atravesar el pecho, pero jamás atravesará la fuerza de un corazón; la bala puede atravesar los huesos, pero jamás atravesará la memoria; la bala puede atravesar los brazos y las piernas, pero jamás atravesará las alas de la libertad.


Lucas Villa sigue danzando en nuestra memoria, el espíritu de Santiago Murillo sigue vivo, el activismo de Nicolás Guerrero prevalecerá, como también lo hará el ejemplo de paz de las personas manifestantes que fueron atravesadas por la bala. La bala atravesó sus cuerpos pero no sus lecciones de vida. “Las seguiremos recordando en nuestros corazones”



"Ahorita en Colombia solo el hecho de ser joven y estar en la calle es arriesgar la vida. Todos podemos morir acá, pero cómo uno va a dejar a su pueblo. ¿Cómo no salir a marchar, a protestar?"  Días antes de ser atravesado por la bala de un asesino.  (Lucas Villa)


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