Los Feminicidios No se Perdonan

June 25, 2019
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Dibujo de Ximena Alejandra Vallejo, 2018.

 En honor a la memoria de las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa), asesinadas por el dictador Rafael Leonidas Trujillo, el 25 de noviembre de 1960, el 1° Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (Bogotá, 1981), estableció que el día de su muerte motivaría la congregación anual para la protesta y oposición a las manifestaciones de violencia en contra las mujeres. Actualmente la ONU abandera este día pero recordemos, siempre, que su origen es fruto de la militancia feminista latinoamericana

“Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte”
Minerva Mirabal

 El pasado 30 de noviembre, la ciudad blanca de Colombia (Popayán) se iluminó de naranja para conmemorar el día de la lucha contra la violencia hacia la mujer, impulsado por la ONU desde el año 2000, mediante la resolución 54/134, que designó al 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En ocasión de ello, se realizan eventos simbólicos, acompañados de denuncias públicas que invitan a luchar contra el olvido y la normalización de este tipo de sucesos; más aún, tejen la memoria del dolor para generar consciencia, evocar justicias y cuestionar los escenarios de perdón a los victimarios.

En virtud de ello, Popayán se vistió con las fotografías de diez (10) mujeres víctimas de feminicidio agravado y tentativo; sólo dos (2) sobrevivientes, ocho (8) asesinadas y un (1) caso de impunidad total. La constante de ellas: madres jóvenes; la constante de ellos: ex parejas embebidas por los celos, la obsesión y el control. La constante de las relaciones: episodios de machismo frontal, micromachismos, excusas, arrepentimiento y promesas infinitas de cambio.

El arrepentimiento del potencial victimario persuade el perdón de las mujeres, quienes, por presión social, miedo o ingenuidad, optan por no terminar con las relaciones tóxicas, más de una vez detonadas por agudos momentos de vilipendio y agresión.

Con escenas virulentas de violación de los derechos fundamentales y del más preciado de ellos: la vida, estas mujeres vieron ultrajada su dignidad e integridad, a partir de hostigamientos, persecuciones, violaciones, torturas - ¡torturas como el empalamiento! -, acompañadas de estrangulación, heridas con armas blancas y de fuego.

En el caso de los feminicidios tentativos, las mujeres hoy cuentan cómo fueron apuñaladas doce (12), hasta diecinueve (19) veces, comprometiendo sus órganos vitales, así como sus agilidades motoras. Estas mujeres a pesar de vivir bajo la sombra de esos recuerdos, hoy en día alzan sus voces para motivar tejidos de sororidad y desde ésta, incurrir en lineamientos políticos y programáticos que reduzcan los vacíos normativos y estrechen las laxitudes de la Ley.

Es absolutamente inadmisible que 2017 arrojara un saldo de 66 feminicidios (46% con arma de fuego y 37% con arma blanca) y no se escandalice la sociedad. Es inadmisible que se documenten y se publiquen casos de homicidio y agresión no mortal, y sigamos asumiendo posiciones silenciosas e indiferentes.

Agradecemos las iniciativas y esfuerzos de la cooperación internacional, pero la lucha en contra de la violencia hacia la mujer, debe trascender los planos simbólicos, sin que esto signifique reemplazarlos. Es decir, debemos trabajar por dotar de fuerza política, repercusión social y jurídica, la punición de la violencia de género, sin que esto subsuma a los actos que, a través de las artes, persiguen encaminar la sensibilización individual y colectiva. En otras palabras, el plano simbólico sin incidencia práctica, quedará relegado a días conmemorativos sobre hechos que demuelen la posibilidad de construir sociedades de paz.

Hacer ejercicios de memoria es crucial para tener presentes las vulneraciones, pero no podemos seguir esperando a que sucedan los feminicidios para darnos golpes de pecho y, de manera coyuntural, exigir medidas de prevención y reparación. La lucha debe ser permanente, contextualizada y fortalecida. Debemos trabajar por la prevención, pero sobre todo por vencer los subtextos patriarcales que rigen a nuestras sociedades, para que, ojalá, algún día, los feminicidios sean enterrados junto a los funestos impulsos del machismo.

Una sociedad no puede llamarse democrática si tolera que a las mujeres se las está maltratando y asesinando. Y eso se produce, además, con mayor frecuencia, en los espacios donde deben estar más protegidas, sus hogares, su entorno, con las personas con las que se relacionan.

Minou Tavarez Mirabal

Referencias

1 Red Feminista Antimilitarista y Observatorio Feminicidios Colombia (2017). Vivas nos queremos 2017.

Los Feminicidios No se Perdonan

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December 14, 2018

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Dibujo de Ximena Alejandra Vallejo, 2018.

 En honor a la memoria de las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa), asesinadas por el dictador Rafael Leonidas Trujillo, el 25 de noviembre de 1960, el 1° Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (Bogotá, 1981), estableció que el día de su muerte motivaría la congregación anual para la protesta y oposición a las manifestaciones de violencia en contra las mujeres. Actualmente la ONU abandera este día pero recordemos, siempre, que su origen es fruto de la militancia feminista latinoamericana

“Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte”
Minerva Mirabal

 El pasado 30 de noviembre, la ciudad blanca de Colombia (Popayán) se iluminó de naranja para conmemorar el día de la lucha contra la violencia hacia la mujer, impulsado por la ONU desde el año 2000, mediante la resolución 54/134, que designó al 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En ocasión de ello, se realizan eventos simbólicos, acompañados de denuncias públicas que invitan a luchar contra el olvido y la normalización de este tipo de sucesos; más aún, tejen la memoria del dolor para generar consciencia, evocar justicias y cuestionar los escenarios de perdón a los victimarios.

En virtud de ello, Popayán se vistió con las fotografías de diez (10) mujeres víctimas de feminicidio agravado y tentativo; sólo dos (2) sobrevivientes, ocho (8) asesinadas y un (1) caso de impunidad total. La constante de ellas: madres jóvenes; la constante de ellos: ex parejas embebidas por los celos, la obsesión y el control. La constante de las relaciones: episodios de machismo frontal, micromachismos, excusas, arrepentimiento y promesas infinitas de cambio.

El arrepentimiento del potencial victimario persuade el perdón de las mujeres, quienes, por presión social, miedo o ingenuidad, optan por no terminar con las relaciones tóxicas, más de una vez detonadas por agudos momentos de vilipendio y agresión.

Con escenas virulentas de violación de los derechos fundamentales y del más preciado de ellos: la vida, estas mujeres vieron ultrajada su dignidad e integridad, a partir de hostigamientos, persecuciones, violaciones, torturas - ¡torturas como el empalamiento! -, acompañadas de estrangulación, heridas con armas blancas y de fuego.

En el caso de los feminicidios tentativos, las mujeres hoy cuentan cómo fueron apuñaladas doce (12), hasta diecinueve (19) veces, comprometiendo sus órganos vitales, así como sus agilidades motoras. Estas mujeres a pesar de vivir bajo la sombra de esos recuerdos, hoy en día alzan sus voces para motivar tejidos de sororidad y desde ésta, incurrir en lineamientos políticos y programáticos que reduzcan los vacíos normativos y estrechen las laxitudes de la Ley.

Es absolutamente inadmisible que 2017 arrojara un saldo de 66 feminicidios (46% con arma de fuego y 37% con arma blanca) y no se escandalice la sociedad. Es inadmisible que se documenten y se publiquen casos de homicidio y agresión no mortal, y sigamos asumiendo posiciones silenciosas e indiferentes.

Agradecemos las iniciativas y esfuerzos de la cooperación internacional, pero la lucha en contra de la violencia hacia la mujer, debe trascender los planos simbólicos, sin que esto signifique reemplazarlos. Es decir, debemos trabajar por dotar de fuerza política, repercusión social y jurídica, la punición de la violencia de género, sin que esto subsuma a los actos que, a través de las artes, persiguen encaminar la sensibilización individual y colectiva. En otras palabras, el plano simbólico sin incidencia práctica, quedará relegado a días conmemorativos sobre hechos que demuelen la posibilidad de construir sociedades de paz.

Hacer ejercicios de memoria es crucial para tener presentes las vulneraciones, pero no podemos seguir esperando a que sucedan los feminicidios para darnos golpes de pecho y, de manera coyuntural, exigir medidas de prevención y reparación. La lucha debe ser permanente, contextualizada y fortalecida. Debemos trabajar por la prevención, pero sobre todo por vencer los subtextos patriarcales que rigen a nuestras sociedades, para que, ojalá, algún día, los feminicidios sean enterrados junto a los funestos impulsos del machismo.

Una sociedad no puede llamarse democrática si tolera que a las mujeres se las está maltratando y asesinando. Y eso se produce, además, con mayor frecuencia, en los espacios donde deben estar más protegidas, sus hogares, su entorno, con las personas con las que se relacionan.

Minou Tavarez Mirabal

Referencias

1 Red Feminista Antimilitarista y Observatorio Feminicidios Colombia (2017). Vivas nos queremos 2017.

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