Luchas Rezagadas de la Mujer Rural por el Feminismo Cosmopolita

November 29, 2021
Columna
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Feminismo rural feminismo cosmopolita
Luis Vidal

Más allá de si todas nos reconocemos como feministas o no hay algo mucho más grande. Después de reflexionarlo por varias semanas me di cuenta que la lucha feminista puede estar pasando por una crisis. El problema radica en que gran parte del movimiento feminista ha adoptado una forma particular de abordar el tema. Hay personas con agendas tan puntuales que tienen dificultad para conectar en ciertos espacios. Esto quiere decir que el diálogo sobre feminismo es cada vez más cerrado, la audiencia – si se mantiene- no crece como podría, y al final son las mismas escuchando a las mismas


Lo anterior, no solo ha llevado a que muchas mujeres no se identifiquen como feministas sino también a que las que sí lo hacen pierdan consciencia de la diferencia entre dos tipos de interés en la comunicación: la necesidad de tomar una postura, y transmitir un mensaje. La primera persiguiendo un objetivo más individual y la segunda uno colectivo. Las dos son válidas, las dos son importantes, solo que esto no puede dejar de lado la necesidad de reconocerlas e identificarlas. Por un lado, la postura que toma una mujer exponente del feminismo en sus redes sociales y/o colectivos es usualmente de alguien que tiene un vasto conocimiento del tema, y forma un nicho alrededor de una o algunas problemáticas puntuales que le apasionan. Ser feminista no solo hace parte de su esencia sino también de su oficio. Suelen tener tal dominio del tema que sus argumentos son firmes, claros y directos. No cualquiera va a sostener una conversación con ellas sin un mínimo conocimiento sobre el tema. No solo por sus argumentos estructurados y refinados por años, sino por el lenguaje que les da vida. 


Por otro lado, está el mensaje. Me refiero a este interés como uno más colectivo porque se centra en conectar con alguien para compartir una visión, para informar e invitar a adoptar pequeños cambios conscientes que sumados son enormes. Cuando lo que más visible del movimiento feminista son las posturas de estas personas o movimientos se está avanzando en una vía, importante, pero se están dejando rezagadas muchísimas luchas pendientes que ni siquiera están en la agenda política o social vigente. En ocasiones me he encontrado con personas que cuando hablan de feminismo hablan desde una superioridad moral que muchas otras encuentran molesta y poco acogedora, casi que podría decirse “regañona”. Hablan para tener razón partiendo de tener la razón. La verdad es que en la gran mayoría de veces pienso que sí la tienen, pero no porque X o Y persona lo diga, sino porque también he estudiado el tema, por mi formación profesional, por mis intereses personales, y otro cúmulo de razones. No obstante, es vital aceptar que ese interés de comunicación con el objetivo de tomar postura no es suficiente para llegarle a todas las mujeres o audiencias, mucho menos es capaz de cubrir todos los frentes en los que las mujeres no gozan efectivamente de sus derechos. 


De hecho, las personas y colectivos que han conquistado logros en los últimos años suelen abanderar causas y problemáticas típicas de escenarios urbanos. Algunos ejemplos son temas de acoso callejero, violencia sexual, derecho al aborto, entre otros. Esto no quiere decir que no existan los mismos fenómenos en lo rural, solo que estos avances no tienen la misma magnitud porque todavía hay un largo camino de luchas por delante para poder saborear esas. Caminos que están usualmente rezagados por la misma lucha feminista que toma su forma más cosmopolita. ¿Por qué cosmopolita? Porque está circunscrita a una red cultural con un nivel de educación medio/alto – alto, una mentalidad de ciudadano global desde donde enmarca su lucha, generalmente desde ciudades principales donde hay una presencia institucional plena, y una interconectividad significativa que fácilmente puede partir desde la simple conexión a internet.  


Antes de dar ejemplos de las luchas rezagadas, hay que partir del hecho que hablar de feminismo en América Latina tiene unas connotaciones específicas. La acumulación de la riqueza, el elevado índice de corrupción, la disparidad entre la ciudad y el campo hacen que la estructura patriarcal se traduzca en una constante de violencia cultural, que a su vez impacta otros ámbitos sociales, económicos y políticos. Algunos ejemplos de luchas rezagadas que han sido opacadas por este “feminismo cosmopolita”, y que a la vez impiden que los logros de los colectivos feministas de las capitales se vivan igual en el campo son (pensados en Colombia): 


  • Acceso a la justicia para las mujeres. Muchas mujeres en Colombia no gozan de acceso efectivo a la justicia porque las instituciones no están presentes o porque no les ponen atención si no van con un hombre. 
  • Acceso a tierras. A pesar de modificaciones y adaptaciones de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras en Colombia, la mayoría de las veces a quienes se registra como propietarios de la tierra son los hombres. Dos problemas: uno, las mujeres siguen dependiendo de su compañero, dos, muchas no tienen tal compañero o lo perdieron por el conflicto armado. 
  • Independencia o libertad económica. Muchas mujeres que son abusadas por sus parejas o familias dependen de ellos porque no manejan su dinero o no tienen dinero propio. Incluso muchas piensan que no son buenas para manejarlo y que eso es “cosa de hombres”.
  • Remuneración del trabajo del hogar o economía solidaria. Este ni siquiera necesita explicación. La mujer sigue estando ligada al cuidado del hogar sin ninguna remuneración ni reconocimiento, ni siquiera por obligación sino también por percepción personal porque es “el deber ser”.  
  • Acceso a métodos anticonceptivos y educación sexual. No solo por el precio de anticonceptivos y preservativos, porque los hombres se nieguen a usarlos o no saben como. Algo para debatir es que, por ejemplo, no se puede hacer campañas de uso de anticonceptivos en la población indígena porque están en riesgo de extinción. Para que puedan planificar las mujeres tienen que consultarlo con sus esposos y/o líderes comunitarios. Cabe recalcar que una mujer puede tener fácilmente 6 hijos a los 21 años. Aquí podría haber todo un debate frente a los límites culturales y en materia de derechos humanos. 
  • Ablación femenina. Sí, para quienes pensaban que era solo una cuestión de países africanos, en Colombia también pasa. 


Estos son solo algunos ejemplos, probablemente los más generales sobre las causas feministas que aun no damos con la misma persistencia desde las capitales. De conquistar estas batallas las mujeres de todo el territorio nacional podrían disfrutar de igual manera los avances que se hagan en materia de paridad y equidad entre hombres y mujeres. Es también por estos problemas que la legalización al aborto o el fortalecimiento de penas para violadores no tienen tanto efecto fuera de la cobertura de la institucionalidad que más o menos funciona, y garantiza a las mujeres sus derechos. Todos estos son temas que aquellas personas y/o colectivos feministas conocen, solo que no hablan de ellos porque ya escogieron su bandera. También porque son tantos temas que por eso se necesita ampliar la consciencia y las alianzas. 


La lucha feminista no puede seguir dejando un “rezago”. El merchandising, las redes sociales, y las influencers casi que han logrado poner de moda ser feministas. Aclaro, eso no me parece que esté para nada mal, que el feminismo esté de moda no es malo siempre y cuando lo esté por buenas razones y con conciencia. No existe una definición única de lo que es ser feminista, hay muchísimas corrientes y muchísimas personas abogando por la equidad desde la ciencia, la ecología, la política y los movimientos sociales. Lo cierto es que todas, miembros de colectivos específicos o no, debemos prestar más atención al mensaje y al lenguaje que usamos para transmitirlo. Hablar de feminismo para que nos entiendan, no para que nos admiren. Para mostrar solidaridad y empatía, no para que vean cuánto sabemos o lo fuertes que somos. 


Si algo es seguro es que la lucha para conquistar las garantías de los derechos de las mujeres del campo tiene una forma muy distinta a la que se ha venido dando desde las ciudades. Empezando porque dependiendo de cómo se aborde el tema se les puede poner en riesgo a las mujeres de estas regiones. No porque sea más difícil y tengamos que reinventar las formas de lucha, donde las convocatorias por redes sociales son obsoletas, no quiere decir que no sea importante o no valga la pena. Somos muchas y podemos cubrir muchos frentes, esta es mi invitación a ampliar el discurso y a ser consecuentes. A no dejar atrás a ninguna. La educación en materia de equidad hace falta, mucha falta, tanto para hombres como para mujeres. Por fortuna, no tenemos que pensar y ser iguales para estar unidas porque el respeto por la vida y los derechos de las mujeres es el respeto por la vida misma.

Luchas Rezagadas de la Mujer Rural por el Feminismo Cosmopolita

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May 15, 2020

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Luis Vidal

Más allá de si todas nos reconocemos como feministas o no hay algo mucho más grande. Después de reflexionarlo por varias semanas me di cuenta que la lucha feminista puede estar pasando por una crisis. El problema radica en que gran parte del movimiento feminista ha adoptado una forma particular de abordar el tema. Hay personas con agendas tan puntuales que tienen dificultad para conectar en ciertos espacios. Esto quiere decir que el diálogo sobre feminismo es cada vez más cerrado, la audiencia – si se mantiene- no crece como podría, y al final son las mismas escuchando a las mismas


Lo anterior, no solo ha llevado a que muchas mujeres no se identifiquen como feministas sino también a que las que sí lo hacen pierdan consciencia de la diferencia entre dos tipos de interés en la comunicación: la necesidad de tomar una postura, y transmitir un mensaje. La primera persiguiendo un objetivo más individual y la segunda uno colectivo. Las dos son válidas, las dos son importantes, solo que esto no puede dejar de lado la necesidad de reconocerlas e identificarlas. Por un lado, la postura que toma una mujer exponente del feminismo en sus redes sociales y/o colectivos es usualmente de alguien que tiene un vasto conocimiento del tema, y forma un nicho alrededor de una o algunas problemáticas puntuales que le apasionan. Ser feminista no solo hace parte de su esencia sino también de su oficio. Suelen tener tal dominio del tema que sus argumentos son firmes, claros y directos. No cualquiera va a sostener una conversación con ellas sin un mínimo conocimiento sobre el tema. No solo por sus argumentos estructurados y refinados por años, sino por el lenguaje que les da vida. 


Por otro lado, está el mensaje. Me refiero a este interés como uno más colectivo porque se centra en conectar con alguien para compartir una visión, para informar e invitar a adoptar pequeños cambios conscientes que sumados son enormes. Cuando lo que más visible del movimiento feminista son las posturas de estas personas o movimientos se está avanzando en una vía, importante, pero se están dejando rezagadas muchísimas luchas pendientes que ni siquiera están en la agenda política o social vigente. En ocasiones me he encontrado con personas que cuando hablan de feminismo hablan desde una superioridad moral que muchas otras encuentran molesta y poco acogedora, casi que podría decirse “regañona”. Hablan para tener razón partiendo de tener la razón. La verdad es que en la gran mayoría de veces pienso que sí la tienen, pero no porque X o Y persona lo diga, sino porque también he estudiado el tema, por mi formación profesional, por mis intereses personales, y otro cúmulo de razones. No obstante, es vital aceptar que ese interés de comunicación con el objetivo de tomar postura no es suficiente para llegarle a todas las mujeres o audiencias, mucho menos es capaz de cubrir todos los frentes en los que las mujeres no gozan efectivamente de sus derechos. 


De hecho, las personas y colectivos que han conquistado logros en los últimos años suelen abanderar causas y problemáticas típicas de escenarios urbanos. Algunos ejemplos son temas de acoso callejero, violencia sexual, derecho al aborto, entre otros. Esto no quiere decir que no existan los mismos fenómenos en lo rural, solo que estos avances no tienen la misma magnitud porque todavía hay un largo camino de luchas por delante para poder saborear esas. Caminos que están usualmente rezagados por la misma lucha feminista que toma su forma más cosmopolita. ¿Por qué cosmopolita? Porque está circunscrita a una red cultural con un nivel de educación medio/alto – alto, una mentalidad de ciudadano global desde donde enmarca su lucha, generalmente desde ciudades principales donde hay una presencia institucional plena, y una interconectividad significativa que fácilmente puede partir desde la simple conexión a internet.  


Antes de dar ejemplos de las luchas rezagadas, hay que partir del hecho que hablar de feminismo en América Latina tiene unas connotaciones específicas. La acumulación de la riqueza, el elevado índice de corrupción, la disparidad entre la ciudad y el campo hacen que la estructura patriarcal se traduzca en una constante de violencia cultural, que a su vez impacta otros ámbitos sociales, económicos y políticos. Algunos ejemplos de luchas rezagadas que han sido opacadas por este “feminismo cosmopolita”, y que a la vez impiden que los logros de los colectivos feministas de las capitales se vivan igual en el campo son (pensados en Colombia): 


  • Acceso a la justicia para las mujeres. Muchas mujeres en Colombia no gozan de acceso efectivo a la justicia porque las instituciones no están presentes o porque no les ponen atención si no van con un hombre. 
  • Acceso a tierras. A pesar de modificaciones y adaptaciones de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras en Colombia, la mayoría de las veces a quienes se registra como propietarios de la tierra son los hombres. Dos problemas: uno, las mujeres siguen dependiendo de su compañero, dos, muchas no tienen tal compañero o lo perdieron por el conflicto armado. 
  • Independencia o libertad económica. Muchas mujeres que son abusadas por sus parejas o familias dependen de ellos porque no manejan su dinero o no tienen dinero propio. Incluso muchas piensan que no son buenas para manejarlo y que eso es “cosa de hombres”.
  • Remuneración del trabajo del hogar o economía solidaria. Este ni siquiera necesita explicación. La mujer sigue estando ligada al cuidado del hogar sin ninguna remuneración ni reconocimiento, ni siquiera por obligación sino también por percepción personal porque es “el deber ser”.  
  • Acceso a métodos anticonceptivos y educación sexual. No solo por el precio de anticonceptivos y preservativos, porque los hombres se nieguen a usarlos o no saben como. Algo para debatir es que, por ejemplo, no se puede hacer campañas de uso de anticonceptivos en la población indígena porque están en riesgo de extinción. Para que puedan planificar las mujeres tienen que consultarlo con sus esposos y/o líderes comunitarios. Cabe recalcar que una mujer puede tener fácilmente 6 hijos a los 21 años. Aquí podría haber todo un debate frente a los límites culturales y en materia de derechos humanos. 
  • Ablación femenina. Sí, para quienes pensaban que era solo una cuestión de países africanos, en Colombia también pasa. 


Estos son solo algunos ejemplos, probablemente los más generales sobre las causas feministas que aun no damos con la misma persistencia desde las capitales. De conquistar estas batallas las mujeres de todo el territorio nacional podrían disfrutar de igual manera los avances que se hagan en materia de paridad y equidad entre hombres y mujeres. Es también por estos problemas que la legalización al aborto o el fortalecimiento de penas para violadores no tienen tanto efecto fuera de la cobertura de la institucionalidad que más o menos funciona, y garantiza a las mujeres sus derechos. Todos estos son temas que aquellas personas y/o colectivos feministas conocen, solo que no hablan de ellos porque ya escogieron su bandera. También porque son tantos temas que por eso se necesita ampliar la consciencia y las alianzas. 


La lucha feminista no puede seguir dejando un “rezago”. El merchandising, las redes sociales, y las influencers casi que han logrado poner de moda ser feministas. Aclaro, eso no me parece que esté para nada mal, que el feminismo esté de moda no es malo siempre y cuando lo esté por buenas razones y con conciencia. No existe una definición única de lo que es ser feminista, hay muchísimas corrientes y muchísimas personas abogando por la equidad desde la ciencia, la ecología, la política y los movimientos sociales. Lo cierto es que todas, miembros de colectivos específicos o no, debemos prestar más atención al mensaje y al lenguaje que usamos para transmitirlo. Hablar de feminismo para que nos entiendan, no para que nos admiren. Para mostrar solidaridad y empatía, no para que vean cuánto sabemos o lo fuertes que somos. 


Si algo es seguro es que la lucha para conquistar las garantías de los derechos de las mujeres del campo tiene una forma muy distinta a la que se ha venido dando desde las ciudades. Empezando porque dependiendo de cómo se aborde el tema se les puede poner en riesgo a las mujeres de estas regiones. No porque sea más difícil y tengamos que reinventar las formas de lucha, donde las convocatorias por redes sociales son obsoletas, no quiere decir que no sea importante o no valga la pena. Somos muchas y podemos cubrir muchos frentes, esta es mi invitación a ampliar el discurso y a ser consecuentes. A no dejar atrás a ninguna. La educación en materia de equidad hace falta, mucha falta, tanto para hombres como para mujeres. Por fortuna, no tenemos que pensar y ser iguales para estar unidas porque el respeto por la vida y los derechos de las mujeres es el respeto por la vida misma.

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