¿Qué Rol Juegan Las Escuelas En La Formación De Ciudadanxs No Machistas?

June 11, 2019
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Históricamente, el feminismo se ha preguntado qué rol lleva adelante la educación, (y las escuelas en particular), en la formación de futurxs ciudadanos y ciudadanas que saldrán al espacio público, espacio de por sí patriarcal.

Las escuelas constituyen los primeros espacios de sociabilización para niños y niñas, donde éstos irán construyendo los primeros lazos sociales por fuera de sus familias primarias y que serán la antesala de futuras interacciones sociales en la vida pública. Es decir, las escuelas son formadores de ciudadanxs, y en este sentido, la formación que reciban será determinante para el desenvolvimiento futuro como tales.

Durante décadas (e incluso hasta hoy, sólo que en la actualidad se encuentra más visibilizado), la escolarización en todos los niveles (y, sobre todo en los niveles inicial y primario) estuvo caracterizada por la enseñanza sesgada con roles estereotipados sobre niños y niñas: las niñas en el espacio donde están los juguetes de niñas -de mamá, maestra, en la cocina, etc.-, mientras que los niños en el espacio donde están los juguetes de niños -con juegos para armar, deportes en general, etc.-. Lo mismo sucede en el nivel primario con los espacios de recreación, donde en general, el uso de los espacios públicos como son los patios escolares, es utilizado por los varones para realizar deportes, mientras que las niñas quedan relegadas a pequeños espacios donde desarrollan actividades más afines a su “aprendizaje como niñas”, que seguro no es del uso de ese espacio común.

Podemos ver, entonces, que desde pequeños, estos futurxs ciudadanxs se forman ideas de cómo comportarse en comunidad: de manera desigual y donde tienen roles sociales asignados por su condición biológica (los cuales, y en palabras de Maffía(1) , no sólo serán excluyentes uno respecto de otro, sino jerárquicos entre sí, donde las cualidades asignadas a lo femenino estarán por debajo o serán menos importantes que aquellas asignadas a lo masculino. En el uso del espacio público, esto se ve claramente. De esta manera, cabría preguntarnos: ¿qué lugar tienen las escuelas en la formación de estudiantes que serán futurxs ciudadanos y ciudadanas y vivirán en espacios de decisión democrática?; ¿constituye la educación, tal como la entendemos, una herramienta con capacidad de formar ciudadanos y ciudadanas feministas?

En este sentido, la Organización de Naciones Unidas a través de los Objetivos del Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 (ODS) ha recogido en su Objetivo 4 “Educación de Calidad” (ver) parte de lo que viene trabajando la UNESCO sobre este tema:

“(...) que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover (...) los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, (...)”.

De esta manera, en  los Estados destinan esfuerzos en objetivos que tienen que ver con la educación, particularmente con la educación con igualdad de género. Es decir, la comunidad internacional conforma horizontes, que luego cada Estado tendrá que llevar a la práctica dentro de sus territorios, sea adecuando su legislación como (y principalmente) destinando presupuesto para dichas políticas. Las medidas que cada gobierno adopte impactará en los sistemas educativos que forman futurxs ciudadanxs: no basta con que los Estados se obliguen internacionalmente a incorporar la igualdad de género en la enseñanza, sino que deben poner en práctica determinadas políticas públicas que lo hagan posible.

En este sentido, y sólo por nombrar un ejemplo, en Argentina la creación del Programa Nacional de Educación Sexual Integral (ESI) ha permitido visibilizar la importancia de que los estudiantes de todos los niveles educativos reciban una educación que contemple a la sexualidad como parte integrante de la vida, desde distintas perspectivas y en condiciones de igualdad entre varones y mujeres. Aquí se puede consultar el programa. Este es un ejemplo de una política pública específica que lleva adelante un Estado contemplando la normativa internacional en este sentido y propiciando una educación ciudadana integral y en condiciones de igualdad. Sin embargo, en muchas ocasiones, en la práctica se ve cómo la falta de presupuesto hace inviable su implementación (faltan capacitaciones a docentes y directivos sobre cómo llevar adelante el programa en cada escuela e institución, faltan recursos didácticos sobre todo en escuelas públicas, entre otros factores).

Aún así, la puesta en marcha de la ESI no es solamente una cuestión de presupuesto: el programa muchas veces se ve truncado por trabas de instituciones que no están de acuerdo con ciertos puntos de la normativa (por ejemplo, con la Ley de Identidad de Género -ver- o con la Interrupción Voluntaria del embarazo, por citar sólo algunos). Esto se puede ver sobre todo, en escuelas confesionales católicas, donde la ESI se imparte desde una perspectiva religiosa antes que dando cumplimiento a los temas que la misma normativa establece. Esto en muchos casos es debido a decisiones que se toman desde las cúpulas de las congregaciones, y en otros tantos, en los/as mismos/as directivos y docentes que tienen prejuicios y tabúes en cuanto a determinados temas y cómo enseñarlos a estudiantes que llegan a la escuela de por sí muy estimulados, pero a su vez, poco contenidos. La escuela, de esta manera se encuentra cumpliendo un rol más amplio del que está pudiendo asumir: no sólo debe formar ciudadanxs, sino que también se encuentra haciendo frente a demandas sociales insatisfechas. En este sentido, hay casos donde los niños/as y adolescentes hablan sobre abusos recibidos en su propia familia o incluso entre pares. De cierta manera, la Educación Sexual Integral está pensada para formar ciudadanxs en perspectiva de igualdad, pero la realidad es que la escuela como institución no está pudiendo hacer frente a todas las demandas que conlleva.

Considerando estos puntos, se puede afirmar que el rol que deberían tener las escuelas en la formación de ciudadanos/as no machistas es primordial, pero queda camino por recorrer en cuanto al presupuesto destinado y las concepciones ideológicas de cada institución educativa que traban la enseñanza de niños/as y adolescentes que serán futuros/as ciudadanos/as en sociedades que soñamos, es decir, democráticas y no machistas.

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Referencias

1. MAFFÍA, Diana. Contra las dicotomías: feminismo y epistemología crítica. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires. Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, Recuperado de dianamaffia. com. ar/archivos/contra_las_ dicotomias. doc, 2003.


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June 7, 2019

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Históricamente, el feminismo se ha preguntado qué rol lleva adelante la educación, (y las escuelas en particular), en la formación de futurxs ciudadanos y ciudadanas que saldrán al espacio público, espacio de por sí patriarcal.

Las escuelas constituyen los primeros espacios de sociabilización para niños y niñas, donde éstos irán construyendo los primeros lazos sociales por fuera de sus familias primarias y que serán la antesala de futuras interacciones sociales en la vida pública. Es decir, las escuelas son formadores de ciudadanxs, y en este sentido, la formación que reciban será determinante para el desenvolvimiento futuro como tales.

Durante décadas (e incluso hasta hoy, sólo que en la actualidad se encuentra más visibilizado), la escolarización en todos los niveles (y, sobre todo en los niveles inicial y primario) estuvo caracterizada por la enseñanza sesgada con roles estereotipados sobre niños y niñas: las niñas en el espacio donde están los juguetes de niñas -de mamá, maestra, en la cocina, etc.-, mientras que los niños en el espacio donde están los juguetes de niños -con juegos para armar, deportes en general, etc.-. Lo mismo sucede en el nivel primario con los espacios de recreación, donde en general, el uso de los espacios públicos como son los patios escolares, es utilizado por los varones para realizar deportes, mientras que las niñas quedan relegadas a pequeños espacios donde desarrollan actividades más afines a su “aprendizaje como niñas”, que seguro no es del uso de ese espacio común.

Podemos ver, entonces, que desde pequeños, estos futurxs ciudadanxs se forman ideas de cómo comportarse en comunidad: de manera desigual y donde tienen roles sociales asignados por su condición biológica (los cuales, y en palabras de Maffía(1) , no sólo serán excluyentes uno respecto de otro, sino jerárquicos entre sí, donde las cualidades asignadas a lo femenino estarán por debajo o serán menos importantes que aquellas asignadas a lo masculino. En el uso del espacio público, esto se ve claramente. De esta manera, cabría preguntarnos: ¿qué lugar tienen las escuelas en la formación de estudiantes que serán futurxs ciudadanos y ciudadanas y vivirán en espacios de decisión democrática?; ¿constituye la educación, tal como la entendemos, una herramienta con capacidad de formar ciudadanos y ciudadanas feministas?

En este sentido, la Organización de Naciones Unidas a través de los Objetivos del Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 (ODS) ha recogido en su Objetivo 4 “Educación de Calidad” (ver) parte de lo que viene trabajando la UNESCO sobre este tema:

“(...) que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover (...) los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, (...)”.

De esta manera, en  los Estados destinan esfuerzos en objetivos que tienen que ver con la educación, particularmente con la educación con igualdad de género. Es decir, la comunidad internacional conforma horizontes, que luego cada Estado tendrá que llevar a la práctica dentro de sus territorios, sea adecuando su legislación como (y principalmente) destinando presupuesto para dichas políticas. Las medidas que cada gobierno adopte impactará en los sistemas educativos que forman futurxs ciudadanxs: no basta con que los Estados se obliguen internacionalmente a incorporar la igualdad de género en la enseñanza, sino que deben poner en práctica determinadas políticas públicas que lo hagan posible.

En este sentido, y sólo por nombrar un ejemplo, en Argentina la creación del Programa Nacional de Educación Sexual Integral (ESI) ha permitido visibilizar la importancia de que los estudiantes de todos los niveles educativos reciban una educación que contemple a la sexualidad como parte integrante de la vida, desde distintas perspectivas y en condiciones de igualdad entre varones y mujeres. Aquí se puede consultar el programa. Este es un ejemplo de una política pública específica que lleva adelante un Estado contemplando la normativa internacional en este sentido y propiciando una educación ciudadana integral y en condiciones de igualdad. Sin embargo, en muchas ocasiones, en la práctica se ve cómo la falta de presupuesto hace inviable su implementación (faltan capacitaciones a docentes y directivos sobre cómo llevar adelante el programa en cada escuela e institución, faltan recursos didácticos sobre todo en escuelas públicas, entre otros factores).

Aún así, la puesta en marcha de la ESI no es solamente una cuestión de presupuesto: el programa muchas veces se ve truncado por trabas de instituciones que no están de acuerdo con ciertos puntos de la normativa (por ejemplo, con la Ley de Identidad de Género -ver- o con la Interrupción Voluntaria del embarazo, por citar sólo algunos). Esto se puede ver sobre todo, en escuelas confesionales católicas, donde la ESI se imparte desde una perspectiva religiosa antes que dando cumplimiento a los temas que la misma normativa establece. Esto en muchos casos es debido a decisiones que se toman desde las cúpulas de las congregaciones, y en otros tantos, en los/as mismos/as directivos y docentes que tienen prejuicios y tabúes en cuanto a determinados temas y cómo enseñarlos a estudiantes que llegan a la escuela de por sí muy estimulados, pero a su vez, poco contenidos. La escuela, de esta manera se encuentra cumpliendo un rol más amplio del que está pudiendo asumir: no sólo debe formar ciudadanxs, sino que también se encuentra haciendo frente a demandas sociales insatisfechas. En este sentido, hay casos donde los niños/as y adolescentes hablan sobre abusos recibidos en su propia familia o incluso entre pares. De cierta manera, la Educación Sexual Integral está pensada para formar ciudadanxs en perspectiva de igualdad, pero la realidad es que la escuela como institución no está pudiendo hacer frente a todas las demandas que conlleva.

Considerando estos puntos, se puede afirmar que el rol que deberían tener las escuelas en la formación de ciudadanos/as no machistas es primordial, pero queda camino por recorrer en cuanto al presupuesto destinado y las concepciones ideológicas de cada institución educativa que traban la enseñanza de niños/as y adolescentes que serán futuros/as ciudadanos/as en sociedades que soñamos, es decir, democráticas y no machistas.

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Referencias

1. MAFFÍA, Diana. Contra las dicotomías: feminismo y epistemología crítica. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires. Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, Recuperado de dianamaffia. com. ar/archivos/contra_las_ dicotomias. doc, 2003.


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