¿Y sí se Mutila esa Práctica Cultural?

November 29, 2021
Columna
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Ilustración de Juan Villegas

Estimular la sensación inexplicable de derramar sangre cuando nos cortamos, en algunos casos provoca llanto o molestia. Acompañado a ello, el ardor y el dolor que sentimos al sajarnos en algunas de nuestras extremidades, atolondra y apabulla ese momento. Ahora ¿Cuál sería la impresión que generaría una de estas cortadas en nuestros genitales?

El pasado 6 de febrero se conmemoró el día internacional contra la mutilación genital femenina. Esta efeméride trajo consigo un aglomerado sabor entre agrio y amargo, pues, esta ambigua práctica aún prevalece en algunos países de África, Europa y Asia. La ablación es el procedimiento  donde se atrofia los órganos genitales femeninos, el objetivo de esta mutilación es eliminar el placer sexual en las mujeres cortando la pérdida de la sensibilidad sexual.

Según un informe de Naciones Unidas, esta arraigada costumbre cultural y religiosa es una violación de los derechos humanos de mujeres y niñas, las cifras dadas hasta el año 2017 son alarmantes: en la actualidad, cada año se mutilan los genitales a 3 millones de niñas. Ahora bien, se calcula que al menos 200 millones de niñas y mujeres han sido mutiladas mundialmente.  ¡Atroz y desgarradores datos!

Por otro parte, las secuelas que deja la ablación son represivas, esta es la causal de quistes, infecciones y riesgo de muertes debido a las hemorragias que deja esta circuncisión; tal como lo refleja la historia narrada de Waris Dirie en su libro Flor del Desierto. Ahí, en sus letras refleja la inocente y precaria emoción de esta ceremonia que celebra el paso de niña a mujer, y que traería consigo la abominable oferta de subastar su pulcritud y su virtud. Sin omitir los detalles crueles a los que fue sometida, esta temerosa mujer recuerda la rebanada de su clítoris, la cuchilla de navaja ya utilizada y que palparía su clítoris, las espinas usadas para cocer su herida, el aislamiento mientras paraba su sangrado, la abstención de orinar y retener el período menstrual y por último: la repentina muerte de su hermana desangrada por la conmoción.

Ciertamente, el rótulo de mujer sucia y promiscua ejerce un peso ante la presión social que recae bajo la sonrisa socarrona de las mujeres en donde se realiza esta crápula práctica, porque de no ser por la ablación, la reputación de estas mujeres sería denigrada y abyecta.

Entonces, si es de rechazar actos violentos y abanderar la libertad de los derechos humanos, es hora de concientizarnos de esa cicatriz que extirpa la vigencia de una creencia social, que obliga a prolongar una ideología cultural y religiosa, porque si se trata de vociferar repudiables y andrajosos sucesos en contra de la mujer, no es más que recordar que allá siguen practicando este cruel suplicio.


¿Y sí se Mutila esa Práctica Cultural?

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February 15, 2019

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Ilustración de Juan Villegas

Estimular la sensación inexplicable de derramar sangre cuando nos cortamos, en algunos casos provoca llanto o molestia. Acompañado a ello, el ardor y el dolor que sentimos al sajarnos en algunas de nuestras extremidades, atolondra y apabulla ese momento. Ahora ¿Cuál sería la impresión que generaría una de estas cortadas en nuestros genitales?

El pasado 6 de febrero se conmemoró el día internacional contra la mutilación genital femenina. Esta efeméride trajo consigo un aglomerado sabor entre agrio y amargo, pues, esta ambigua práctica aún prevalece en algunos países de África, Europa y Asia. La ablación es el procedimiento  donde se atrofia los órganos genitales femeninos, el objetivo de esta mutilación es eliminar el placer sexual en las mujeres cortando la pérdida de la sensibilidad sexual.

Según un informe de Naciones Unidas, esta arraigada costumbre cultural y religiosa es una violación de los derechos humanos de mujeres y niñas, las cifras dadas hasta el año 2017 son alarmantes: en la actualidad, cada año se mutilan los genitales a 3 millones de niñas. Ahora bien, se calcula que al menos 200 millones de niñas y mujeres han sido mutiladas mundialmente.  ¡Atroz y desgarradores datos!

Por otro parte, las secuelas que deja la ablación son represivas, esta es la causal de quistes, infecciones y riesgo de muertes debido a las hemorragias que deja esta circuncisión; tal como lo refleja la historia narrada de Waris Dirie en su libro Flor del Desierto. Ahí, en sus letras refleja la inocente y precaria emoción de esta ceremonia que celebra el paso de niña a mujer, y que traería consigo la abominable oferta de subastar su pulcritud y su virtud. Sin omitir los detalles crueles a los que fue sometida, esta temerosa mujer recuerda la rebanada de su clítoris, la cuchilla de navaja ya utilizada y que palparía su clítoris, las espinas usadas para cocer su herida, el aislamiento mientras paraba su sangrado, la abstención de orinar y retener el período menstrual y por último: la repentina muerte de su hermana desangrada por la conmoción.

Ciertamente, el rótulo de mujer sucia y promiscua ejerce un peso ante la presión social que recae bajo la sonrisa socarrona de las mujeres en donde se realiza esta crápula práctica, porque de no ser por la ablación, la reputación de estas mujeres sería denigrada y abyecta.

Entonces, si es de rechazar actos violentos y abanderar la libertad de los derechos humanos, es hora de concientizarnos de esa cicatriz que extirpa la vigencia de una creencia social, que obliga a prolongar una ideología cultural y religiosa, porque si se trata de vociferar repudiables y andrajosos sucesos en contra de la mujer, no es más que recordar que allá siguen practicando este cruel suplicio.


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