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Muchas veces nos preguntamos qué tan bien tratamos a las señoras que prestan el servicio de aseo y alimentación, cuando en realidad, lo que más importa es demostrarles que su trabajo es uno de los de más valor en la sociedad.

 

Foto: Verne - El País

La película Roma es un drama sobre una empleada doméstica de una familia, de clase media en el México de la década de 1970 inspirado en la vida de Cuarón. Ha sido descrita como “una sucesión de escenas orgánica y natural de una cadencia suave, lenta y contemplativa que no parece entender de giros, actos dramáticos y puntos de inflexión y que sumerge al espectador en una suerte de universo casi onírico en el que parece no existir el paso del tiempo; haciendo de sus más de dos horas y cuarto de metraje un melancólico suspiro en el que desear perderse eternamente”.

Lo anterior, aunque suena bastante poético, esconde un trascendencia de poder social y económico enorme de nuestra sociedad. En muchas ocasiones es cierto que transmite emociones como el amor que tienen los niños por Cleo (la protagonista), una mujer joven de raza indígena, que decide dejar su pueblo para ir a trabajar en la ciudad y se convierte en la empleada doméstica de un hogar tradicional en Ciudad de México.

Queda expuesto así, la vida de dos niñas que son recibidas en una casa de familia a cambio de su servicio. Si bien la película no es explícita en demostrar que el trabajo es retribuido económicamente, lo hacen dándoles vivienda y comida.

A medida que pasa la historia, ocurren hechos paralelos en la vida de Cleo como lo es un embarazo inesperado con un chico (Fermín) que salía y él al enterarse, desaparece y el día que Cleo lo busca, demuestra ser aquel macho alfa que hace que ni siquiera la conoce. Su actitud demuestra machismo y poder de superioridad en no querer reconocer que es igualmente responsable del bebé que Cleo espera. Al final, Cleo tiene un aborto involuntario el día que estaba buscando la cuna de su hijo al ver a Fermín en medio de una protesta violenta en la ciudad.

Otro punto para observar es el estado de indefensión que siente la madre de la familia cuando el padre la deja, ella busca apoyo y asegura ser una familia incluyendo a Cleo. Se recae en la mujer que ha prestado un servicio toda su vida y justifica que con ella van a salir adelante. Además, se puede evidenciar que al momento que Cleo le informa a la madre de la casa, su estado de embarazo, la acompaña y le ofrece toda su ayuda.

En síntesis el espectador podría sensibilizarse con pensar que Cleo es tenida en cuenta “como de la familia”, pero lo que debe importar es que su trabajo debe ser reconocido primero económicamente y segundo, como una labor de servicio inmensamente importante y reconocido como cualquier otro.

Por otro lado, hace un tiempo tuve la fortuna de entrevistar a María Roa, la presidenta (en ese momento) del Sindicato de Empleadas Domésticas. Además, lo que busca el Sindicato es reformar leyes que actualmente existen que vulneran los derechos de las trabajadoras domésticas, informar sus derechos y resaltar sus deberes. De la entrevista me impactó que quisiera reflejar que el papel de las mujeres deben llegar mucho más allá, y no solo quedarse en ser una empleada doméstica: “La lucha que más damos, es por nuestros hijos. Queremos que nuestros hijos tengan y hagan un cambio” sostuvo.

El tener estas mujeres a nuestro lado, en nuestras casas, debe ser motivo para agradecerles no por un favor que hacen, sino por su inmensa labor en dejar atrás sus familias, sus ciudades y atender a otros seres humanos varios días a la semana, incluso por más de ocho horas diarias.

De Roma para el Mundo

Columna
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February 15, 2019

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Muchas veces nos preguntamos qué tan bien tratamos a las señoras que prestan el servicio de aseo y alimentación, cuando en realidad, lo que más importa es demostrarles que su trabajo es uno de los de más valor en la sociedad.

 

Foto: Verne - El País

La película Roma es un drama sobre una empleada doméstica de una familia, de clase media en el México de la década de 1970 inspirado en la vida de Cuarón. Ha sido descrita como “una sucesión de escenas orgánica y natural de una cadencia suave, lenta y contemplativa que no parece entender de giros, actos dramáticos y puntos de inflexión y que sumerge al espectador en una suerte de universo casi onírico en el que parece no existir el paso del tiempo; haciendo de sus más de dos horas y cuarto de metraje un melancólico suspiro en el que desear perderse eternamente”.

Lo anterior, aunque suena bastante poético, esconde un trascendencia de poder social y económico enorme de nuestra sociedad. En muchas ocasiones es cierto que transmite emociones como el amor que tienen los niños por Cleo (la protagonista), una mujer joven de raza indígena, que decide dejar su pueblo para ir a trabajar en la ciudad y se convierte en la empleada doméstica de un hogar tradicional en Ciudad de México.

Queda expuesto así, la vida de dos niñas que son recibidas en una casa de familia a cambio de su servicio. Si bien la película no es explícita en demostrar que el trabajo es retribuido económicamente, lo hacen dándoles vivienda y comida.

A medida que pasa la historia, ocurren hechos paralelos en la vida de Cleo como lo es un embarazo inesperado con un chico (Fermín) que salía y él al enterarse, desaparece y el día que Cleo lo busca, demuestra ser aquel macho alfa que hace que ni siquiera la conoce. Su actitud demuestra machismo y poder de superioridad en no querer reconocer que es igualmente responsable del bebé que Cleo espera. Al final, Cleo tiene un aborto involuntario el día que estaba buscando la cuna de su hijo al ver a Fermín en medio de una protesta violenta en la ciudad.

Otro punto para observar es el estado de indefensión que siente la madre de la familia cuando el padre la deja, ella busca apoyo y asegura ser una familia incluyendo a Cleo. Se recae en la mujer que ha prestado un servicio toda su vida y justifica que con ella van a salir adelante. Además, se puede evidenciar que al momento que Cleo le informa a la madre de la casa, su estado de embarazo, la acompaña y le ofrece toda su ayuda.

En síntesis el espectador podría sensibilizarse con pensar que Cleo es tenida en cuenta “como de la familia”, pero lo que debe importar es que su trabajo debe ser reconocido primero económicamente y segundo, como una labor de servicio inmensamente importante y reconocido como cualquier otro.

Por otro lado, hace un tiempo tuve la fortuna de entrevistar a María Roa, la presidenta (en ese momento) del Sindicato de Empleadas Domésticas. Además, lo que busca el Sindicato es reformar leyes que actualmente existen que vulneran los derechos de las trabajadoras domésticas, informar sus derechos y resaltar sus deberes. De la entrevista me impactó que quisiera reflejar que el papel de las mujeres deben llegar mucho más allá, y no solo quedarse en ser una empleada doméstica: “La lucha que más damos, es por nuestros hijos. Queremos que nuestros hijos tengan y hagan un cambio” sostuvo.

El tener estas mujeres a nuestro lado, en nuestras casas, debe ser motivo para agradecerles no por un favor que hacen, sino por su inmensa labor en dejar atrás sus familias, sus ciudades y atender a otros seres humanos varios días a la semana, incluso por más de ocho horas diarias.

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