¿Exigencias Invisibilizadas?: Repensando la Educación Superior Desde el Enfoque de Género

November 29, 2021
Columna
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Foto de David Pirachicán

La difícil situación por la cual está atravesando la educación pública en el país, tal y como se pudo evidenciar a partir de los paros y las movilizaciones convocadas por los movimientos estudiantiles, y en general por los miembros de las comunidades universitarias e Instituciones de Educación Superior (IES), durante el pasado mes de octubre, se remonta a un sinnúmero de esfuerzos fallidos por construir escenarios de diálogo adecuados con un gobierno que, hasta el momento no ha cumplido las expectativas referentes a sus obligaciones financieras con la educación superior.

Frente a esta coyuntura, a partir de varios encuentros realizados por parte de estudiantes de diferentes regiones del país, denominados ENEES (Encuentros Nacionales de Estudiantes de Educación Superior), llevados a cabo tanto en Bogotá como en Caquetá, se logró construir una plataforma nacional estudiantil conocida como UNEES (Unión Nacional de Estudiantes de Educación Superior), a partir de la cual el movimiento estudiantil analizaría la situación de la educación superior, construyendo posteriormente y de manera colectiva un pliego de exigencias.

El pliego de exigencias de la UNEES incluyó diez puntos importantes referidos a: Incremento presupuestal, reliquidación de las deudas a los estudiantes beneficiarios de ICETEX (Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior), la derogación de la ley 1911 de financiación contingente que afecta la asignación de recursos para las IES Públicas, entre otros. Estos puntos fueron consignados a partir de varias sesiones de debates y plenarias donde se concluyó que éstos representaban las exigencias más apremiantes para mejorar la situación de la educación superior, pero cabe preguntarnos, ¿se tuvieron en cuenta las realidades de todas las personas que componen la comunidad estudiantil?, ¿desde qué perspectivas se tomaron en cuenta exigencias apremiantes y otras, de segundo orden?

Para nadie es un secreto que la idea de construir consensos que representen los intereses de todas las personas involucradas es una tarea sumamente compleja, a veces no se tienen en cuenta ciertos puntos de vista, o sencillamente lo que resulta ser imprescindible para alguien, resulta ser intrascendente para alguien más. Este artículo surge a partir de esta última premisa, y de una serie de reflexiones que surgieron a raíz de mi participación como asistente a un encuentro llevado a cabo por parte de estudiantes de la especialización en estudios feministas de la Universidad Nacional de Colombia (UN), donde se abordaron importantes ideas sobre la situación del movimiento estudiantil frente a esta coyuntura, y la idea de repensar nuevas formas de reivindicar luchas y exigencias que no fueron tomadas en cuenta en el marco del pliego.

Es necesario mencionar que tuve la posibilidad de escuchar a Lina María Urbina (Consejo Estudiantil de Antropología, Miembro de la UNEES, Colectiva Rebeldía Estudiantil Organizada, Brujas - La Banda Feminista, Coordinadora Antipatriarcal UN, y de la comisión de Género de la UNEES) y Lina María del Mar Preciado (Colectiva Rebeldía Estudiantil Organizada, Brujas - La Banda Feminista, Coordinadora Antipatriarcal UN, y de la comisión de Género de la UNEES) las cuales ilustraron la situación actual de la atención a los temas referidos al género, desde la perspectiva del movimiento estudiantil, como en su relación con la institucionalidad, destacando los esfuerzos que se han realizado en la materia.

La idea de constituir una comisión de género en el marco de los emergentes movimientos estudiantiles, aprovechando el fuerte impacto que tuvieron las movilizaciones desarrolladas el año pasado, ha sido fundamental para plantar las problemáticas arraigadas con la atención a violencias de género, los protocolos de atención a las mismas, y en general, para vincular el enfoque de género, de una manera transversal, a las discusiones que suscita la situación actual de los movimientos estudiantiles en el país.

Es de esta manera que, desde la constitución de una coordinadora antipatriarcal, en el marco de la asamblea feminista convocada en respuesta al caso de abuso que se presentó el pasado mes de abril, por parte del director de una maestría y una estudiante de la UN, se empezaron los esfuerzos de recolección de información frente a la situación de género dentro de la institución, con el fin de constituir una matriz encargada de consignar y dar un mejor seguimiento a las diferentes formas de violencias de género. En este punto vale la pena resaltar el importante papel que han hecho las diferentes colectivas, grupos de estudio y estudiantes que, por medio de la sororidad, han representado un lugar seguro para las víctimas de abusos, más allá de que se necesite articular de una mejor manera el diálogo entre las instituciones educativas, que tienen el deber de saber manejar adecuadamente sus protocolos de violencias de género, en gran parte inexistentes dentro de las universidades y demás centros de educación, para que la responsabilidad de los casos no recaiga en los grupos estudiantiles únicamente.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, nos podríamos preguntar, si un tema tan apremiante y transversal dentro de la comunidad universitaria como el caso de las violencias de género es una exigencia lo suficientemente imprescindible para cambiar la lógica actual de la educación en el país ¿por qué no se menciona en ningún momento en el pliego?

La respuesta puede ser un lugar común dentro de miles de excusas que se tienen cuando se trata de hablar de violencias de género, según los representantes estudiantiles, la idea de transversalizar el enfoque de género en las exigencias del pliego no representa una demanda de corto plazo, como lo son las demás, por lo que se debe ver relegada de nuevo.

¿Segundo plano?, ¿largo plazo?, ¿ausencia de vinculación y compromiso institucional? Siento que después de haber desglosado un poco, un tema complejo que personalmente desconocía bastante, entendiendo el esfuerzo que se ha realizado desde la sororidad y la empatía misma, se nos hace un llamado como sociedad en general, a dejar de pensar que los asuntos de género deben seguir siendo relegados como históricamente lo han sido. Por el contrario, repensar una educación con calidad, financieramente mejorada, y que brinde bienestar, a través del enfoque de género, resultaría una apuesta totalmente adecuada para deconstruir nuestros comportamientos nocivos como estudiantes y nuestros malos hábitos como sociedad. Esto por medio de la construcción de un escenario de inclusión donde se impulse la investigación en estudios feministas, donde se castiguen verdaderamente las relaciones de poder, respaldadas por la misma institucionalidad, con el aval de una ausencia de compromiso real que se podría consolidar a partir de una política nacional de género, adecuada para todos los centros de educación, etc.

Lo anterior se resume en una invitación, la de pensar las exigencias de todos a partir de análisis rigurosos, pero, ante todo, sinceros, sobre la realidad en la cual nos estamos moviendo en el día a día. No consiste en imponer exigencias sobre otras, pero sí en tener en cuenta un contexto diverso en el que nos desenvolvemos, y en el que debemos repensarnos y moldearnos para romper de una vez por todas con todos aquellos escenarios de desigualdad que permean nuestro diario vivir, y que lo que único que generan es perpetuar nuestra individualidad, más allá de fortalecer nuestra capacidad de vivir en, y para, la comunidad.


¿Exigencias Invisibilizadas?: Repensando la Educación Superior Desde el Enfoque de Género

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January 30, 2019

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Foto de David Pirachicán

La difícil situación por la cual está atravesando la educación pública en el país, tal y como se pudo evidenciar a partir de los paros y las movilizaciones convocadas por los movimientos estudiantiles, y en general por los miembros de las comunidades universitarias e Instituciones de Educación Superior (IES), durante el pasado mes de octubre, se remonta a un sinnúmero de esfuerzos fallidos por construir escenarios de diálogo adecuados con un gobierno que, hasta el momento no ha cumplido las expectativas referentes a sus obligaciones financieras con la educación superior.

Frente a esta coyuntura, a partir de varios encuentros realizados por parte de estudiantes de diferentes regiones del país, denominados ENEES (Encuentros Nacionales de Estudiantes de Educación Superior), llevados a cabo tanto en Bogotá como en Caquetá, se logró construir una plataforma nacional estudiantil conocida como UNEES (Unión Nacional de Estudiantes de Educación Superior), a partir de la cual el movimiento estudiantil analizaría la situación de la educación superior, construyendo posteriormente y de manera colectiva un pliego de exigencias.

El pliego de exigencias de la UNEES incluyó diez puntos importantes referidos a: Incremento presupuestal, reliquidación de las deudas a los estudiantes beneficiarios de ICETEX (Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior), la derogación de la ley 1911 de financiación contingente que afecta la asignación de recursos para las IES Públicas, entre otros. Estos puntos fueron consignados a partir de varias sesiones de debates y plenarias donde se concluyó que éstos representaban las exigencias más apremiantes para mejorar la situación de la educación superior, pero cabe preguntarnos, ¿se tuvieron en cuenta las realidades de todas las personas que componen la comunidad estudiantil?, ¿desde qué perspectivas se tomaron en cuenta exigencias apremiantes y otras, de segundo orden?

Para nadie es un secreto que la idea de construir consensos que representen los intereses de todas las personas involucradas es una tarea sumamente compleja, a veces no se tienen en cuenta ciertos puntos de vista, o sencillamente lo que resulta ser imprescindible para alguien, resulta ser intrascendente para alguien más. Este artículo surge a partir de esta última premisa, y de una serie de reflexiones que surgieron a raíz de mi participación como asistente a un encuentro llevado a cabo por parte de estudiantes de la especialización en estudios feministas de la Universidad Nacional de Colombia (UN), donde se abordaron importantes ideas sobre la situación del movimiento estudiantil frente a esta coyuntura, y la idea de repensar nuevas formas de reivindicar luchas y exigencias que no fueron tomadas en cuenta en el marco del pliego.

Es necesario mencionar que tuve la posibilidad de escuchar a Lina María Urbina (Consejo Estudiantil de Antropología, Miembro de la UNEES, Colectiva Rebeldía Estudiantil Organizada, Brujas - La Banda Feminista, Coordinadora Antipatriarcal UN, y de la comisión de Género de la UNEES) y Lina María del Mar Preciado (Colectiva Rebeldía Estudiantil Organizada, Brujas - La Banda Feminista, Coordinadora Antipatriarcal UN, y de la comisión de Género de la UNEES) las cuales ilustraron la situación actual de la atención a los temas referidos al género, desde la perspectiva del movimiento estudiantil, como en su relación con la institucionalidad, destacando los esfuerzos que se han realizado en la materia.

La idea de constituir una comisión de género en el marco de los emergentes movimientos estudiantiles, aprovechando el fuerte impacto que tuvieron las movilizaciones desarrolladas el año pasado, ha sido fundamental para plantar las problemáticas arraigadas con la atención a violencias de género, los protocolos de atención a las mismas, y en general, para vincular el enfoque de género, de una manera transversal, a las discusiones que suscita la situación actual de los movimientos estudiantiles en el país.

Es de esta manera que, desde la constitución de una coordinadora antipatriarcal, en el marco de la asamblea feminista convocada en respuesta al caso de abuso que se presentó el pasado mes de abril, por parte del director de una maestría y una estudiante de la UN, se empezaron los esfuerzos de recolección de información frente a la situación de género dentro de la institución, con el fin de constituir una matriz encargada de consignar y dar un mejor seguimiento a las diferentes formas de violencias de género. En este punto vale la pena resaltar el importante papel que han hecho las diferentes colectivas, grupos de estudio y estudiantes que, por medio de la sororidad, han representado un lugar seguro para las víctimas de abusos, más allá de que se necesite articular de una mejor manera el diálogo entre las instituciones educativas, que tienen el deber de saber manejar adecuadamente sus protocolos de violencias de género, en gran parte inexistentes dentro de las universidades y demás centros de educación, para que la responsabilidad de los casos no recaiga en los grupos estudiantiles únicamente.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, nos podríamos preguntar, si un tema tan apremiante y transversal dentro de la comunidad universitaria como el caso de las violencias de género es una exigencia lo suficientemente imprescindible para cambiar la lógica actual de la educación en el país ¿por qué no se menciona en ningún momento en el pliego?

La respuesta puede ser un lugar común dentro de miles de excusas que se tienen cuando se trata de hablar de violencias de género, según los representantes estudiantiles, la idea de transversalizar el enfoque de género en las exigencias del pliego no representa una demanda de corto plazo, como lo son las demás, por lo que se debe ver relegada de nuevo.

¿Segundo plano?, ¿largo plazo?, ¿ausencia de vinculación y compromiso institucional? Siento que después de haber desglosado un poco, un tema complejo que personalmente desconocía bastante, entendiendo el esfuerzo que se ha realizado desde la sororidad y la empatía misma, se nos hace un llamado como sociedad en general, a dejar de pensar que los asuntos de género deben seguir siendo relegados como históricamente lo han sido. Por el contrario, repensar una educación con calidad, financieramente mejorada, y que brinde bienestar, a través del enfoque de género, resultaría una apuesta totalmente adecuada para deconstruir nuestros comportamientos nocivos como estudiantes y nuestros malos hábitos como sociedad. Esto por medio de la construcción de un escenario de inclusión donde se impulse la investigación en estudios feministas, donde se castiguen verdaderamente las relaciones de poder, respaldadas por la misma institucionalidad, con el aval de una ausencia de compromiso real que se podría consolidar a partir de una política nacional de género, adecuada para todos los centros de educación, etc.

Lo anterior se resume en una invitación, la de pensar las exigencias de todos a partir de análisis rigurosos, pero, ante todo, sinceros, sobre la realidad en la cual nos estamos moviendo en el día a día. No consiste en imponer exigencias sobre otras, pero sí en tener en cuenta un contexto diverso en el que nos desenvolvemos, y en el que debemos repensarnos y moldearnos para romper de una vez por todas con todos aquellos escenarios de desigualdad que permean nuestro diario vivir, y que lo que único que generan es perpetuar nuestra individualidad, más allá de fortalecer nuestra capacidad de vivir en, y para, la comunidad.


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