Justicia, Violencia y Verdad a través de los Ojos de la Maternidad

September 14, 2021
Columna
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No hay nada que yo vea y viva que no sea espejo de mi forma de maternar o de mi herida de infancia.


La justicia


Siempre de niña exigí justicia, la valoré, la añoré. Fui “más justa” con los demás de lo que eran conmigo o tenía varias ideas de hacer justicia cuando no la impartían. Eso creía.


En el Colegio alcé la voz varias veces ante lo que para mi eran injusticias. Me quejaba al ver a compañeros que no los dejaban almorzar por no estar al día con los pagos de la institución, ahí sentados mirando comer a otros o escapando de tan violento acto: ver comer a los demás teniendo hambre. También tuve el valor de confrontar a compañeros que hacían burlas a mis amigas por tener sobrepeso, y así la justicia fue siempre una bandera, no en vano soy la hija del medio.


Practico mucho esto de ser juez, me he pasado la vida juzgando a otros y a mi, siempre hay una postura, una idea, una sugerencia, una advertencia, un consejo, una comparación,  un interrogatorio;   que me aleja de la empatía y me acerca a los juicios, algunas veces como verdades absolutas y ahí me pierdo. Como también me pierdo cuando trato de evitarlos a toda costa y me siento de alguna manera sin postura o respuestas, completamente parcializada.


Hasta que fui mamá y entonces puedo darme cuenta que nada es justo, mis hijos me reclaman justicia permanentemente y soy incapaz de ejercerla de manera cabal. “Mamá, tú nunca la regañas a ella como a mi ̈, “mamá, a ella ya la dejaste la vez pasada, ahora me toca a mi”, “mamá, eso no es justo”, “mamá, tú la consientes más a ella que a mi”. Si,   a veces soy injusta sin darme cuenta y otras dándome; hay diferentes contextos que me influyen: cómo he sido a lo largo del día con mis hijos, cómo he sido particularmente con alguno de ellos, qué relación tenemos, cómo hemos cumplido los acuerdos antes y entonces todo es subjetivo.

La justicia no está en mis posibilidades y con esa certeza me identifico  parte del mundo, subjetivo e injusto naturalmente.


La violencia


Mentiría si digo que no he violentado a otros. Ahora me doy cuenta de una que es sutil y normalizada: la comunicación. Entro en roles dominantes y a costa del miedo, la culpa o la vergüenza logro mi propósito a pesar de sugerir mayoritariamente relaciones horizontales, dispuesta a escuchar y negociar. Caigo en esa tentación de ser la dueña de la razón, no siempre y si más de lo que me gustaría.


Me encuentro por momentos recreando conversaciones, discusiones y debates donde yo “tengo la razón”. Muchas veces me pasa que esas conversaciones mentales surgen post conversación, entonces hay pocas posibilidades de verbalizar tantos y tan “buenos” argumentos.  Es como si me hubieran enseñado que es mejor tener la razón que la persona que tengo enfrente.


Soy violenta cuando ignoro, cuando mi cuerpo habla atravesando frustración y rabia, cuando me siento acorralada, tengo miedo o ganas de que el otro se sienta culpable, cuando me canso de hacerlo todo o de sentir que lo hago todo insuficientemente, cuando no me puedo ver en los ojos de los demás.


Si, soy violenta y me esfuerzo mucho por sacar esto de mi sistema. No es normal.



La verdad


Recuerdo un episodio de mi niñez donde aseguré decir la verdad y no era la verdad que querían escuchar, entonces a cambio de eso recibí un par de golpes, hasta que ya cansada de decir la verdad mentí con la ilusión de que entonces así la violencia cesará y dije que todo lo que había dicho era mentira, entonces me gané otros golpes por mentirosa, no me quedó más remedio que decir nuevamente la verdad, una que ya estaba acomodada por el miedo, parecía que no importaba que fuera a decir, el maltrato estaba presente. La verdad se desdibujó, por un momento fue desconocida, ajena y peligrosa. Una enemiga difícil de complacer.


Ese día entendí, prontamente, que hay muchos tipos de verdades, las que vienen de las entrañas que son difíciles de compartir y explicar, las que los demás quieren oír o no, las que limitan y excluyen y una más grande que es difícil de alcanzar y te hace libre por fin.

La verdad es entonces para mí algo que no  alcanzo, no me pertenece, a veces me enceguece y  es mi mejor herramienta para la paz y la libertad.


Así es como hay tanto por trabajar desde lo individual en justicia, violencia y verdad. En mi caso el mejor espejo es a través de maternar. Que inicie la búsqueda de este espejo antes de seguir justificando lo injustificable y perdernos en verdades “absolutas”. Especialmente para normalizar la no violencia, la verdad más amplia y una justicia empática. 

Justicia, Violencia y Verdad a través de los Ojos de la Maternidad

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May 30, 2021

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No hay nada que yo vea y viva que no sea espejo de mi forma de maternar o de mi herida de infancia.


La justicia


Siempre de niña exigí justicia, la valoré, la añoré. Fui “más justa” con los demás de lo que eran conmigo o tenía varias ideas de hacer justicia cuando no la impartían. Eso creía.


En el Colegio alcé la voz varias veces ante lo que para mi eran injusticias. Me quejaba al ver a compañeros que no los dejaban almorzar por no estar al día con los pagos de la institución, ahí sentados mirando comer a otros o escapando de tan violento acto: ver comer a los demás teniendo hambre. También tuve el valor de confrontar a compañeros que hacían burlas a mis amigas por tener sobrepeso, y así la justicia fue siempre una bandera, no en vano soy la hija del medio.


Practico mucho esto de ser juez, me he pasado la vida juzgando a otros y a mi, siempre hay una postura, una idea, una sugerencia, una advertencia, un consejo, una comparación,  un interrogatorio;   que me aleja de la empatía y me acerca a los juicios, algunas veces como verdades absolutas y ahí me pierdo. Como también me pierdo cuando trato de evitarlos a toda costa y me siento de alguna manera sin postura o respuestas, completamente parcializada.


Hasta que fui mamá y entonces puedo darme cuenta que nada es justo, mis hijos me reclaman justicia permanentemente y soy incapaz de ejercerla de manera cabal. “Mamá, tú nunca la regañas a ella como a mi ̈, “mamá, a ella ya la dejaste la vez pasada, ahora me toca a mi”, “mamá, eso no es justo”, “mamá, tú la consientes más a ella que a mi”. Si,   a veces soy injusta sin darme cuenta y otras dándome; hay diferentes contextos que me influyen: cómo he sido a lo largo del día con mis hijos, cómo he sido particularmente con alguno de ellos, qué relación tenemos, cómo hemos cumplido los acuerdos antes y entonces todo es subjetivo.

La justicia no está en mis posibilidades y con esa certeza me identifico  parte del mundo, subjetivo e injusto naturalmente.


La violencia


Mentiría si digo que no he violentado a otros. Ahora me doy cuenta de una que es sutil y normalizada: la comunicación. Entro en roles dominantes y a costa del miedo, la culpa o la vergüenza logro mi propósito a pesar de sugerir mayoritariamente relaciones horizontales, dispuesta a escuchar y negociar. Caigo en esa tentación de ser la dueña de la razón, no siempre y si más de lo que me gustaría.


Me encuentro por momentos recreando conversaciones, discusiones y debates donde yo “tengo la razón”. Muchas veces me pasa que esas conversaciones mentales surgen post conversación, entonces hay pocas posibilidades de verbalizar tantos y tan “buenos” argumentos.  Es como si me hubieran enseñado que es mejor tener la razón que la persona que tengo enfrente.


Soy violenta cuando ignoro, cuando mi cuerpo habla atravesando frustración y rabia, cuando me siento acorralada, tengo miedo o ganas de que el otro se sienta culpable, cuando me canso de hacerlo todo o de sentir que lo hago todo insuficientemente, cuando no me puedo ver en los ojos de los demás.


Si, soy violenta y me esfuerzo mucho por sacar esto de mi sistema. No es normal.



La verdad


Recuerdo un episodio de mi niñez donde aseguré decir la verdad y no era la verdad que querían escuchar, entonces a cambio de eso recibí un par de golpes, hasta que ya cansada de decir la verdad mentí con la ilusión de que entonces así la violencia cesará y dije que todo lo que había dicho era mentira, entonces me gané otros golpes por mentirosa, no me quedó más remedio que decir nuevamente la verdad, una que ya estaba acomodada por el miedo, parecía que no importaba que fuera a decir, el maltrato estaba presente. La verdad se desdibujó, por un momento fue desconocida, ajena y peligrosa. Una enemiga difícil de complacer.


Ese día entendí, prontamente, que hay muchos tipos de verdades, las que vienen de las entrañas que son difíciles de compartir y explicar, las que los demás quieren oír o no, las que limitan y excluyen y una más grande que es difícil de alcanzar y te hace libre por fin.

La verdad es entonces para mí algo que no  alcanzo, no me pertenece, a veces me enceguece y  es mi mejor herramienta para la paz y la libertad.


Así es como hay tanto por trabajar desde lo individual en justicia, violencia y verdad. En mi caso el mejor espejo es a través de maternar. Que inicie la búsqueda de este espejo antes de seguir justificando lo injustificable y perdernos en verdades “absolutas”. Especialmente para normalizar la no violencia, la verdad más amplia y una justicia empática. 

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