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Foto recuperado por Maria Jose Nardey Mejia

Nacer biológicamente mujer significa que automáticamente te asignan la figura de la maternidad durante toda tu vida. Es como si te preparan mentalmente para ello. Mientras un niño tiene figuras de acción, a nosotras nos compran un bebé al que debemos cuidador cuando aún no somos capaces de cuidarnos a nosotras mismas. Cada vez estos juguetes se asemejan más y más partes de la rutina de la maternidad. Recuerdo haber tenido muñecas bebés que lloraban y que incluso debía comprarles y cambiarles el pañal porque al darles de un tetero se ensuciaban. ¿Por qué nuestra diversión desde pequeñas va relacionada con tareas de la maternidad? En mi caso, me aburria rápidamente de estos juguetes, encontraba agotador tener que jugar de esta manera. 

Recuerdo que me daba tanto fastidio, terminaba regañando a las muñecas como si de verdad fuesen culpables de algo. Más de una vez llegué a golpearlas a modo de castigo. Esto fue tan reiterativo que mi hermano mayor me llamó la atención para que no jugara de esta manera. Con el paso del tiempo llegué a escuchar frases como “cuando seas mamá” “deja que te toque ser mamá y verás” “es mejor que tengas un niño y una niña para tener la parejita”. Era como si todos asumieran que deseaba ser mamá, o peor aún, como si solo por el hecho de haber nacido mujer estuviese obligada a vivir la maternidad. 

Lo que no sabían es que toda esta presión sobre mí terminaba asustándome más y alejándome más de la idea de ser mamá. A los 18 años pasó por mi mente pedir intervención médica para nunca ser mamá, quería asegurarme de eso porque era algo que me generaba terror de solo pensarlo. Desde la idea de criar a un ser humano con otra persona, tener un ser creciendo en mi interior por nueve meses y luego tener que pasar por el doloroso proceso de parir, para después atenderlo y que fuese mi prioridad para el resto de mi vida.

A mis 23 años sigo teniendo la misma idea de cuando era una niña, no deseo ser mamá. Aún así, esto no evita que reciba comentarios invalidando mi decisión, afirmando que es lo que debo hacer para ser feliz. ¿Acaso como individuos no tenemos derecho a decidir lo que nos genere felicidad? En mi vida me ha costado tomar decisiones, pero una de las más fáciles y determinantes ha sido el planear mi proyecto de vida sin la maternidad, haciendo cosas que me generen felicidad verdaderamente a mí, y no a los demás porque creen que ese es el “deber ser de mi vida”. 

Me niego a normalizar la maternidad obligada y a la invalidación de mis decisiones simplemente porque no cumplen con los roles de género que se esperan de mí. Decido actuar libremente, entender que rechazar la maternidad desde mi individualidad es válido y que es asertivo no querer brindarle condiciones precarias a un ser humano que dependería de mi por muchos años de su vida.  

No Quiero Ser Mamá

Columna
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November 30, 2022

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Foto recuperado por Maria Jose Nardey Mejia

Nacer biológicamente mujer significa que automáticamente te asignan la figura de la maternidad durante toda tu vida. Es como si te preparan mentalmente para ello. Mientras un niño tiene figuras de acción, a nosotras nos compran un bebé al que debemos cuidador cuando aún no somos capaces de cuidarnos a nosotras mismas. Cada vez estos juguetes se asemejan más y más partes de la rutina de la maternidad. Recuerdo haber tenido muñecas bebés que lloraban y que incluso debía comprarles y cambiarles el pañal porque al darles de un tetero se ensuciaban. ¿Por qué nuestra diversión desde pequeñas va relacionada con tareas de la maternidad? En mi caso, me aburria rápidamente de estos juguetes, encontraba agotador tener que jugar de esta manera. 

Recuerdo que me daba tanto fastidio, terminaba regañando a las muñecas como si de verdad fuesen culpables de algo. Más de una vez llegué a golpearlas a modo de castigo. Esto fue tan reiterativo que mi hermano mayor me llamó la atención para que no jugara de esta manera. Con el paso del tiempo llegué a escuchar frases como “cuando seas mamá” “deja que te toque ser mamá y verás” “es mejor que tengas un niño y una niña para tener la parejita”. Era como si todos asumieran que deseaba ser mamá, o peor aún, como si solo por el hecho de haber nacido mujer estuviese obligada a vivir la maternidad. 

Lo que no sabían es que toda esta presión sobre mí terminaba asustándome más y alejándome más de la idea de ser mamá. A los 18 años pasó por mi mente pedir intervención médica para nunca ser mamá, quería asegurarme de eso porque era algo que me generaba terror de solo pensarlo. Desde la idea de criar a un ser humano con otra persona, tener un ser creciendo en mi interior por nueve meses y luego tener que pasar por el doloroso proceso de parir, para después atenderlo y que fuese mi prioridad para el resto de mi vida.

A mis 23 años sigo teniendo la misma idea de cuando era una niña, no deseo ser mamá. Aún así, esto no evita que reciba comentarios invalidando mi decisión, afirmando que es lo que debo hacer para ser feliz. ¿Acaso como individuos no tenemos derecho a decidir lo que nos genere felicidad? En mi vida me ha costado tomar decisiones, pero una de las más fáciles y determinantes ha sido el planear mi proyecto de vida sin la maternidad, haciendo cosas que me generen felicidad verdaderamente a mí, y no a los demás porque creen que ese es el “deber ser de mi vida”. 

Me niego a normalizar la maternidad obligada y a la invalidación de mis decisiones simplemente porque no cumplen con los roles de género que se esperan de mí. Decido actuar libremente, entender que rechazar la maternidad desde mi individualidad es válido y que es asertivo no querer brindarle condiciones precarias a un ser humano que dependería de mi por muchos años de su vida.  

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