Pensativa Sobre el Proyecto de Vida de las Humanas

June 9, 2019
Columna
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Retirado de Galería el Museo
“Hoy vas a ser la mujer que te dé la gana de ser
hoy te vas a querer como nadie”
Ella/Bebe


¿Cuál sería la dificultad para que las mujeres podamos disfrutar el derecho a un proyecto de vida como humanas? Desde algunos años trabajo con el problema de la violencia en contra de las mujeres y, cada vez estoy más segura, que afrontar a la violencia implica, entre muchos otros elementos, en tener las condiciones para vivir de manera autónoma y con un proyecto de vida propio y singularmente deseado.

En el 25 de noviembre del año pasado - el día internacional de la no violencia contra las mujeres - elaboré una discusión a cual me invitaron, donde reuní algunos pensamientos de Simone de Beauvoir sobre ser humana, los planteamientos de Marcela Lagarde sobre la autonomía y la soledad de las mujeres y, los saberes terapéuticos de Clarisa Pinkola sobre cómo la autonomía se construye con la voz propia. Todo eso porque sigo convencida en pensar en clave de “la humana” y de nuestros proyectos propios que pasan por las múltiples maneras de construir la autonomía.

Hoy, quiero compartir a penas una primera parte de esa reflexión. Me inspiro en Simone de Beauvoir, la filósofa francesa ícono de las feministas que, entre todo el valor de su obra, se tornó célebre por su frase “nadie nace mujer” aludiendo a la construcción social que implica un modelo de feminidad, porque ella afirma que las mujeres no somos contempladas en la noción de lo humano. Dice que somos “el segundo sexo”, entre otras cosas, porque no tenemos ni tiempo, ni apoyo ni formación para vivir la autonomía que es inherente a lo humano.

Me gusta la categoría de “lo humano” que recupera en la contemporaneidad el filósofo Edgar Morin, porque de alguna manera recoge algo de unidad, un tipo de punto de encuentro entre esos seres que conjuntamente con otros elementos de la naturaleza habitamos el planeta.

Es importante reconocer que Beauvoir dijo lo que dijo en los años 30, todavía, desde mi experiencia docente y de mi propia vida, cuando la leo afirmando que “las mujeres, desde la cultura, crean una cárcel para sí mismas. Cuando cierran sus libros, su mente se va hacia otros temas. No conocen a esos momentos fecundos en los que estudio y diversión se confunden”, me suena algo familiar.

Eso porque siento que muchas mujeres, de distintas generaciones, en pleno siglo XXI aún seguimos atadas a unas esposas que son los estereotipos de género, a esas expectativas sociales de qué significa “ser mujer”.

Claro que es innegable que hay miles de mujeres artistas, intelectuales, altas ejecutivas o científicas que hicieron y hacen importantes acciones y descubrimientos para el mundo, pero es como si para llegar ahí fuera necesario ultrapasar una barrera bastante difícil. Es como si fuera necesario atravesar un largo puente en contra de todo lo que se nos impone, afrontar todo aquello que nos dice cuál es nuestro deber ser o cuál debería ser nuestro proyecto de vida. Y es muy posible que cuando crucemos todo eso, estemos muy agotadas para ser lo que realmente queremos ser.

Beauvoir tiene una frase durísima para explicarlo: “una mujer no habría pintado los girasoles de Van Gogh: la vida del pintor, la soledad, la frecuentación de los cafés, de todo que alimentaba el arte y su sensibilidad estaba prohibido a una mujer”. Es sabido que hoy día, al menos en Colombia no está prohibido a las mujeres frecuentar ningún lugar, sin embargo, puede que nos falte el tiempo, la seguridad, o que pensemos que nos falta la compañía o incluso nos falta el interés por ir. Por simplemente caminar y ocupar a la ciudad, los espacios públicos, los espacios de creación y de creatividad.

El hecho es que en cuanto soñemos en cumplir con el matrimonio tradicional, la maternidad desde la obligación, la belleza desde una estética hegemónica, y tantas otras expectativas sociales impuestas, serán muy grandes los obstáculos para ser autónomas y conectadas con nuestros deseos más profundos más allá de las expectativas sociales.

¿Cuántas horas pasamos llorando por el novio que se fue?, o cuanta energía gastamos en dietas, ¿cuánto invertimos en sesiones de estética o cuanto tiempo gastamos realizando tareas que no nos gustan solamente para complacer a los demás?

Urge construir la condición para que nosotras, las humanas, podamos utilizar nuestro tiempo, nuestro cuerpo y toda nuestra energía en el desarrollo de lo que realmente nos vincula a nuestra esencia, creadora, creativa y libre de cualquier imposición u opresión.


Referencias:

Beauvoir. Simone de. El segundo sexo. Colección Feminismos. 3ed.Morin, Ediciones Cátedra. Universidad de Valencia. España.

Morin. Edgar (1990) La noción de sujeto.


Pensativa Sobre el Proyecto de Vida de las Humanas

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March 19, 2019

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“Hoy vas a ser la mujer que te dé la gana de ser
hoy te vas a querer como nadie”
Ella/Bebe


¿Cuál sería la dificultad para que las mujeres podamos disfrutar el derecho a un proyecto de vida como humanas? Desde algunos años trabajo con el problema de la violencia en contra de las mujeres y, cada vez estoy más segura, que afrontar a la violencia implica, entre muchos otros elementos, en tener las condiciones para vivir de manera autónoma y con un proyecto de vida propio y singularmente deseado.

En el 25 de noviembre del año pasado - el día internacional de la no violencia contra las mujeres - elaboré una discusión a cual me invitaron, donde reuní algunos pensamientos de Simone de Beauvoir sobre ser humana, los planteamientos de Marcela Lagarde sobre la autonomía y la soledad de las mujeres y, los saberes terapéuticos de Clarisa Pinkola sobre cómo la autonomía se construye con la voz propia. Todo eso porque sigo convencida en pensar en clave de “la humana” y de nuestros proyectos propios que pasan por las múltiples maneras de construir la autonomía.

Hoy, quiero compartir a penas una primera parte de esa reflexión. Me inspiro en Simone de Beauvoir, la filósofa francesa ícono de las feministas que, entre todo el valor de su obra, se tornó célebre por su frase “nadie nace mujer” aludiendo a la construcción social que implica un modelo de feminidad, porque ella afirma que las mujeres no somos contempladas en la noción de lo humano. Dice que somos “el segundo sexo”, entre otras cosas, porque no tenemos ni tiempo, ni apoyo ni formación para vivir la autonomía que es inherente a lo humano.

Me gusta la categoría de “lo humano” que recupera en la contemporaneidad el filósofo Edgar Morin, porque de alguna manera recoge algo de unidad, un tipo de punto de encuentro entre esos seres que conjuntamente con otros elementos de la naturaleza habitamos el planeta.

Es importante reconocer que Beauvoir dijo lo que dijo en los años 30, todavía, desde mi experiencia docente y de mi propia vida, cuando la leo afirmando que “las mujeres, desde la cultura, crean una cárcel para sí mismas. Cuando cierran sus libros, su mente se va hacia otros temas. No conocen a esos momentos fecundos en los que estudio y diversión se confunden”, me suena algo familiar.

Eso porque siento que muchas mujeres, de distintas generaciones, en pleno siglo XXI aún seguimos atadas a unas esposas que son los estereotipos de género, a esas expectativas sociales de qué significa “ser mujer”.

Claro que es innegable que hay miles de mujeres artistas, intelectuales, altas ejecutivas o científicas que hicieron y hacen importantes acciones y descubrimientos para el mundo, pero es como si para llegar ahí fuera necesario ultrapasar una barrera bastante difícil. Es como si fuera necesario atravesar un largo puente en contra de todo lo que se nos impone, afrontar todo aquello que nos dice cuál es nuestro deber ser o cuál debería ser nuestro proyecto de vida. Y es muy posible que cuando crucemos todo eso, estemos muy agotadas para ser lo que realmente queremos ser.

Beauvoir tiene una frase durísima para explicarlo: “una mujer no habría pintado los girasoles de Van Gogh: la vida del pintor, la soledad, la frecuentación de los cafés, de todo que alimentaba el arte y su sensibilidad estaba prohibido a una mujer”. Es sabido que hoy día, al menos en Colombia no está prohibido a las mujeres frecuentar ningún lugar, sin embargo, puede que nos falte el tiempo, la seguridad, o que pensemos que nos falta la compañía o incluso nos falta el interés por ir. Por simplemente caminar y ocupar a la ciudad, los espacios públicos, los espacios de creación y de creatividad.

El hecho es que en cuanto soñemos en cumplir con el matrimonio tradicional, la maternidad desde la obligación, la belleza desde una estética hegemónica, y tantas otras expectativas sociales impuestas, serán muy grandes los obstáculos para ser autónomas y conectadas con nuestros deseos más profundos más allá de las expectativas sociales.

¿Cuántas horas pasamos llorando por el novio que se fue?, o cuanta energía gastamos en dietas, ¿cuánto invertimos en sesiones de estética o cuanto tiempo gastamos realizando tareas que no nos gustan solamente para complacer a los demás?

Urge construir la condición para que nosotras, las humanas, podamos utilizar nuestro tiempo, nuestro cuerpo y toda nuestra energía en el desarrollo de lo que realmente nos vincula a nuestra esencia, creadora, creativa y libre de cualquier imposición u opresión.


Referencias:

Beauvoir. Simone de. El segundo sexo. Colección Feminismos. 3ed.Morin, Ediciones Cátedra. Universidad de Valencia. España.

Morin. Edgar (1990) La noción de sujeto.


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