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Ilustración por Juan Villegas
Roja es un texto a varias manos. Enero 2019

Cada mes, cada vez que me llega, me veo en la tarea de preparar mi cuerpo, de evitar que los demás se den cuenta de lo impura y defectuosa que estoy por producir sangre. Inclusive mi abuelo dice que por eso las mujeres no podemos tomar decisiones correctas, “porque están domadas por el demonio de la sangre”. He escuchado también las creencias de que las mujeres en esos días no debemos acercarnos a la comida porque se pudre, ni acercarnos a los jardines y huertas porque marchitamos las plantas, ni cortar el cabello porque se enteca.

Para esconder mi situación, el pánico, la vergüenza y la duda se apoderan de mí, esa mancha roja, tan evidente, me sumerge en una pesadilla, muchas veces acompañada de dolor. Quiero que no se sienta, no tocarla, que no me manche, que no huela, que no se vea, que nadie se de cuenta. Para esto existen variedad de productos: toallas higiénicas desechables (diurnas y nocturnas), protectores (diarios), tampones (con o sin aplicador), analgésicos (en cápsulas o en comprimidos)... Así en ningún momento la sangre será problema ni excusa.

Recuerdo un día que estaba en la finca de mis abuelos y tuve una revelación que cambió mi forma de pensar, sentir y actuar hacia mi cuerpo. Mientras caminaba en medio del bosque empecé a sangrar. No tenía ninguno de los implementos que usaba normalmente. Entré en angustia porque el sangrado era abundante. Resolví buscar un lugar para acurrucarme. Nunca había hecho algo así. Antes siempre lo había solucionado todo rápidamente en un baño, ocultándolo todo.

Esa mañana, acurrucada y tranquila, con el vientre mirando hacia la tierra y sintiendo el movimiento de la sangre roja, cuestioné por primera vez mi menstruación y descubrí que había vivido siguiendo las normas sin cuestionarme lo que hacía. Pude ver que crecí siguiendo los esquemas establecidos en nuestra sociedad, producto de la herencia de generaciones regidas por ideales cuestionables de belleza, limpieza, pureza y castidad. Había permanecido reprimida, silenciada y obligada a olvidar mi verdadera naturaleza.

Imaginé toda la sangre que ya había botado a la basura. Pensé en que no solamente me ocurre a mí: numerosas mujeres y hombres alrededor del mundo estamos inmersos en prácticas que atentan contra la salud de cada uno y el bienestar del planeta, prácticas guiadas por intereses que responden a la codicia y conveniencia de las empresas que establecen estos prejuicios. La estrategia es exitosa: nos muestran a la menstruación, al igual que el embarazo, la lactancia y otros procesos fisiológicos como antinaturales, ajenos, infecciosos y repugnantes... ¿Y todo para qué? ¡Para seguir vendiéndonos sus productos!.

Las mujeres que usamos toallas higiénicas durante toda nuestra vida arrojamos alrededor de 13.000 unidades al relleno sanitario, una montaña inimaginable de residuos de lentísima y complicada degradación. Son aproximadamente 65 kg de basura, en total más de 1'950.000 toneladas (sumando las 30´000.000 mujeres menstruantes que habitamos en el planeta).

Pero sí hay solución. Existen alternativas para llevar una menstruación sin contaminación. ¡Vamos! Es cuestión de romper el paradigma: el uso de la copa menstrual, el free bleeding (o sangrado libre), el ritual de sembrar la luna, las diferentes plantas medicinales para aliviar el dolor, elaborar toallas de tela reutilizables, usar cucos que absorben el flujo sin inconvenientes, son caminos que podemos tomar para transformar nuestro vínculo con nuestra sangre.

Cuestionemos, indaguemos y rompamos los esquemas. Revisemos lo que es aparentemente bien visto, sano e inocuo. La sangre que nos recorre, viva, roja, brillante, no está contaminada ni sucia. Por el contrario, es fertilidad, es vida, nos muestra que podemos formar dentro de nosotras un nuevo ser. Esta sangre puede volver a la tierra para nutrirla y cuidarla… no quiero dañarla.

Aparte de los humanos, existen otros animales que menstrúan. Algunos primates, la musaraña-elefante y algunos murciélagos. Ellas no usan ninguna estrategia para ocultar su sangre, son un ejemplo de sencillez y armonía. Creemos hábitos que respeten nuestro cuerpo y su naturaleza. Así contribuimos a que todos nos respetemos.


Esta historia continuará...

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Ilustración por Juan Villegas
Roja es un texto a varias manos. Enero 2019

Cada mes, cada vez que me llega, me veo en la tarea de preparar mi cuerpo, de evitar que los demás se den cuenta de lo impura y defectuosa que estoy por producir sangre. Inclusive mi abuelo dice que por eso las mujeres no podemos tomar decisiones correctas, “porque están domadas por el demonio de la sangre”. He escuchado también las creencias de que las mujeres en esos días no debemos acercarnos a la comida porque se pudre, ni acercarnos a los jardines y huertas porque marchitamos las plantas, ni cortar el cabello porque se enteca.

Para esconder mi situación, el pánico, la vergüenza y la duda se apoderan de mí, esa mancha roja, tan evidente, me sumerge en una pesadilla, muchas veces acompañada de dolor. Quiero que no se sienta, no tocarla, que no me manche, que no huela, que no se vea, que nadie se de cuenta. Para esto existen variedad de productos: toallas higiénicas desechables (diurnas y nocturnas), protectores (diarios), tampones (con o sin aplicador), analgésicos (en cápsulas o en comprimidos)... Así en ningún momento la sangre será problema ni excusa.

Recuerdo un día que estaba en la finca de mis abuelos y tuve una revelación que cambió mi forma de pensar, sentir y actuar hacia mi cuerpo. Mientras caminaba en medio del bosque empecé a sangrar. No tenía ninguno de los implementos que usaba normalmente. Entré en angustia porque el sangrado era abundante. Resolví buscar un lugar para acurrucarme. Nunca había hecho algo así. Antes siempre lo había solucionado todo rápidamente en un baño, ocultándolo todo.

Esa mañana, acurrucada y tranquila, con el vientre mirando hacia la tierra y sintiendo el movimiento de la sangre roja, cuestioné por primera vez mi menstruación y descubrí que había vivido siguiendo las normas sin cuestionarme lo que hacía. Pude ver que crecí siguiendo los esquemas establecidos en nuestra sociedad, producto de la herencia de generaciones regidas por ideales cuestionables de belleza, limpieza, pureza y castidad. Había permanecido reprimida, silenciada y obligada a olvidar mi verdadera naturaleza.

Imaginé toda la sangre que ya había botado a la basura. Pensé en que no solamente me ocurre a mí: numerosas mujeres y hombres alrededor del mundo estamos inmersos en prácticas que atentan contra la salud de cada uno y el bienestar del planeta, prácticas guiadas por intereses que responden a la codicia y conveniencia de las empresas que establecen estos prejuicios. La estrategia es exitosa: nos muestran a la menstruación, al igual que el embarazo, la lactancia y otros procesos fisiológicos como antinaturales, ajenos, infecciosos y repugnantes... ¿Y todo para qué? ¡Para seguir vendiéndonos sus productos!.

Las mujeres que usamos toallas higiénicas durante toda nuestra vida arrojamos alrededor de 13.000 unidades al relleno sanitario, una montaña inimaginable de residuos de lentísima y complicada degradación. Son aproximadamente 65 kg de basura, en total más de 1'950.000 toneladas (sumando las 30´000.000 mujeres menstruantes que habitamos en el planeta).

Pero sí hay solución. Existen alternativas para llevar una menstruación sin contaminación. ¡Vamos! Es cuestión de romper el paradigma: el uso de la copa menstrual, el free bleeding (o sangrado libre), el ritual de sembrar la luna, las diferentes plantas medicinales para aliviar el dolor, elaborar toallas de tela reutilizables, usar cucos que absorben el flujo sin inconvenientes, son caminos que podemos tomar para transformar nuestro vínculo con nuestra sangre.

Cuestionemos, indaguemos y rompamos los esquemas. Revisemos lo que es aparentemente bien visto, sano e inocuo. La sangre que nos recorre, viva, roja, brillante, no está contaminada ni sucia. Por el contrario, es fertilidad, es vida, nos muestra que podemos formar dentro de nosotras un nuevo ser. Esta sangre puede volver a la tierra para nutrirla y cuidarla… no quiero dañarla.

Aparte de los humanos, existen otros animales que menstrúan. Algunos primates, la musaraña-elefante y algunos murciélagos. Ellas no usan ninguna estrategia para ocultar su sangre, son un ejemplo de sencillez y armonía. Creemos hábitos que respeten nuestro cuerpo y su naturaleza. Así contribuimos a que todos nos respetemos.


Esta historia continuará...

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