Se Gana Mucho al Invertir en la Educación de las Féminas

May 7, 2019
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Lejos de ser un gasto, la educación, a todo nivel es una inversión que genera retornos muy favorables. Puede ser la inversión de una familia, al apoyar económicamente a sus miembros para que estudien; puede ser una inversión personal, cuando alguien decide utilizar sus recursos en adquirir conocimientos; o puede ser una inversión estatal, cuando una nación entiende que emplear sus riquezas para que los ciudadanos se eduquen a todo nivel desencadenará crecimiento social, político y económico. Desde el Banco Mundial, una asociación financiera internacional cuyas misiones son reducir al 3% el porcentaje de las personas que viven con menos de USD 1,90 al día en el mundo a más tardar en 2030 y fomentar el aumento de los ingresos del 40 % más pobre de la población en todos los países, se informa que: “La educación es un importante motor del desarrollo, así como uno de los instrumentos más eficaces para reducir la pobreza y mejorar la salud, y lograr la igualdad de género, la paz y la estabilidad”, ya que “contribuye al desarrollo económico a largo plazo, promueve la innovación, fortalece las instituciones y fomenta la cohesión social” (2017).


Personajes importantes de la historia de nuestra Tierra han intentado transmitir esta idea de oro a través de pensamientos sucintos. Por ejemplo, dijo Kofi Annan, premio Nobel de la Paz en 2001 por su contribución a la organización y a la paz mundial, que  “el conocimiento es poder. La información es libertad. La educación es la premisa del progreso, en cada sociedad, en cada familia.”; y Benjamin Franklin, uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, afirmó que “una inversión en conocimiento paga el mejor interés”. No es necesario leer sobre dichos pensadores para diariamente ver que, en una economía eficiente, una familia puede superar el umbral de pobreza gracias a los ingresos generados por un descendiente educado, que un profesional obtiene ingresos más altos al actualizar su nivel educativo, o que una nación eleva la calidad de vida de sus habitantes al destinar un porcentaje mayor de su presupuesto a la accesibilidad de la educación.

De igual manera, existe evidencia numérica sobre el asunto. Harry A. Patrinos invita a invertir en la educación, ya que “es verdaderamente uno de los instrumentos más poderosos para reducir la pobreza y la desigualdad” (2016), a través de su artículo Por qué la educación es importante para el desarrollo económico, en el que hace una comparación simple: “En general, un año adicional de escolarización puede aumentar los ingresos en un 10% al año. Esto es típicamente superior a cualquier otra inversión que un individuo pueda hacer”:

En otras palabras, la inversión en educación, ya sea a nivel personal, familiar o nacional, es la que seguramente brindará la más alta ganancia, si se le compara con producir dinero a través de inmuebles o acciones. Se trata, entonces, de invertir inteligentemente, procurando el mayor margen de renta, sin la presión de obtener ganancias inmediatas.

Si en el ajedrez de la economía mundial mover la pieza de la educación hacia una posición privilegiada es una estrategia (obviamente) acertada, basar el ataque en la formación de las féminas garantizará (sin duda) un jaque mate en contra del subdesarrollo. “Las mujeres educadas benefician a las sociedades enteras. Contribuyen de modo sustancial a las economías prósperas y a mejorar la salud, la nutrición y la educación de sus familias” (ONU Mujeres), por lo que dedicarles una inversión especial no solo equipararía sus oportunidades a las de los pares masculinos, sino que posiblemente permitiría disminuir el actual gasto en rubros como salud, sin perjudicar el bienestar general. Y, ¿en qué podría usarse ese dinerito ahorrado? En crecimiento deportivo, cultural, agrícola o científico, en fin, en cualquier área que beneficie a la comunidad en general.

Así, se infiere que no hay pérdidas en la apuesta por más mujeres educadas, además de que las ganancias pueden ser millonarias. Entre otras cosas “las mujeres con mayor grado de educación por lo general son más sanas, participan más en el mercado de trabajo formal, obtienen mayores ingresos, tienen menos hijos, no se casan a temprana edad, y proporcionan mejor atención de salud y educación a sus hijos” (Jim Yong Kim, 2018). Un ojo detallista ya resolvió esta ecuación: más féminas con educación de calidad es igual a menos niños enfermos, menos desempleo, menos bebés no deseados, menos salarios paupérrimos. Los escépticos argumentarán que ese resultado no es una ganancia, sino el estado normal de una sociedad ideal. He aquí una elevación en potencia: una mujer bien educada mejorará su productividad, lo que “podría agregar miles de millones de dólares a la economía mundial” (Jim Yong Kim, 2018).  Es decir, más féminas educadas, más dinero para todos.

Como se ha visto hasta aquí, tanto seres humanos ilustrados como información especializada indican que debe fomentarse la educación de las féminas si se quiere que la economía avance eficientemente. Sin embargo, la UNESCO estima que “130 millones de niñas de entre 6 y 17 años no están escolarizadas, y 15 millones de niñas en edad de asistir a la escuela primaria (...) nunca entrarán a una sala de clase” (Jim Yong Kim, 2018),  lo que, en un contexto nacional, debilita la economía y crea desventajas en el mercado laboral, como las que tendrá un atleta al competir si no ejercita integralmente su cuerpo y su mente. Razón tuvo Jostein Gaarder, escritor noruego, autor de la conocida novela  El mundo de Sofía, al expresar que “un estado que no educa y capacita a las mujeres, es como un hombre que sólo entrena a su brazo derecho.” ¿Por qué un atleta se lesiona? ¿Por qué la economía no alcanza su máximo potencial? Por falta de atención o sobreexplotación en los puntos de apoyo. Por segregación o condiciones indignas para las mujeres, tanto en la educación como en el trabajo. Evidencia: “La participación de las mujeres en el mercado laboral internacional es aproximadamente 27 puntos porcentuales menor que la de los hombres” (Jim Yong Kim, 2018).

A continuación, el relato de un caso exitoso, especialmente dedicado a aquellos que dan crédito a las evidencias tangibles, por encima de las estimaciones estadísticas o consideraciones teóricas. Bajo la premisa de que “no hay mejor inversión que en las mujeres y muchachas para desencadenar el crecimiento económico y promover el desarrollo sostenible”, una gran compañía internacional de bebidas gaseosas puso en funcionamiento un programa de empoderamiento económico para las mujeres, con tres pilares: “capacitación empresarial, acceso al crédito, y desarrollo de redes de apoyo y mentores.” En otras palabras: educación, dinero, y orientación. Según informaciones oficiales publicadas por esa empresa, una de las participantes “ha duplicado el tamaño de su negocio”, “se ha convertido en una de las principales distribuidoras”, “presta pequeñas cantidades de inventario a otras mujeres interesadas en distribuir”, y utiliza la mayor parte de sus ingresos en la educación de su hija, quien sueña con ser médico (Elgin-Cossart, M., 2017). Toda esta información es verificable contactando al centro de distribución MDC, en el Distrito Kinondoni de Dar Es Salaam, Tanzania.

Es evidente que, al ser de una empresa de capital privado, el programa de desarrollo social antes mencionado tiene como fin último aumentar las ganancias  de los inversionistas, pues un negocio se sostiene sobre sus ingresos. Pero, la idea se extiende a los Estados, quienes también pueden/deben adoptar este tipo de iniciativas, pues una sociedad se sostiene sobre sus ciudadanos. “El cambio se producirá cuando las autoridades gubernamentales y la gente en todo el mundo creen presión en favor de grandes inversiones en las personas” (Jim Yong Kim, 2018). Usted y yo somos Estado, su compadre y su vecina también, somos quienes eligen a las autoridades, así que todos tenemos las responsabilidad de contribuir y exigir para la educación de las mujeres, por una familia, una sociedad y un mundo más próspero.


REFERENCIAS

Banco Mundial (2017). Educación - Panorama General - Contexto. Consulta 14/01/2019  

Elgin-Cossart, M. (2017). Por qué invertir en las mujeres impulsará el crecimiento económico y el desarrollo sostenible. Consulta 14/01/2019

Journey Staff (2014). Meet Lilian. Consulta 14/01/2019

Kim, Jim Yong (2018). Para construir un futuro mejor, se debe invertir en las mujeres y las niñas.  Consulta 14/01/2019

Patrinos, Harry A. (2016). Por qué la educación es importante para el desarrollo económico. Consulta 14/01/2019

ONU Mujeres. Educación y capacitación de la mujer. Consulta 14/01/2019


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January 30, 2019

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Personajes importantes de la historia de nuestra Tierra han intentado transmitir esta idea de oro a través de pensamientos sucintos. Por ejemplo, dijo Kofi Annan, premio Nobel de la Paz en 2001 por su contribución a la organización y a la paz mundial, que  “el conocimiento es poder. La información es libertad. La educación es la premisa del progreso, en cada sociedad, en cada familia.”; y Benjamin Franklin, uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, afirmó que “una inversión en conocimiento paga el mejor interés”. No es necesario leer sobre dichos pensadores para diariamente ver que, en una economía eficiente, una familia puede superar el umbral de pobreza gracias a los ingresos generados por un descendiente educado, que un profesional obtiene ingresos más altos al actualizar su nivel educativo, o que una nación eleva la calidad de vida de sus habitantes al destinar un porcentaje mayor de su presupuesto a la accesibilidad de la educación.

De igual manera, existe evidencia numérica sobre el asunto. Harry A. Patrinos invita a invertir en la educación, ya que “es verdaderamente uno de los instrumentos más poderosos para reducir la pobreza y la desigualdad” (2016), a través de su artículo Por qué la educación es importante para el desarrollo económico, en el que hace una comparación simple: “En general, un año adicional de escolarización puede aumentar los ingresos en un 10% al año. Esto es típicamente superior a cualquier otra inversión que un individuo pueda hacer”:

En otras palabras, la inversión en educación, ya sea a nivel personal, familiar o nacional, es la que seguramente brindará la más alta ganancia, si se le compara con producir dinero a través de inmuebles o acciones. Se trata, entonces, de invertir inteligentemente, procurando el mayor margen de renta, sin la presión de obtener ganancias inmediatas.

Si en el ajedrez de la economía mundial mover la pieza de la educación hacia una posición privilegiada es una estrategia (obviamente) acertada, basar el ataque en la formación de las féminas garantizará (sin duda) un jaque mate en contra del subdesarrollo. “Las mujeres educadas benefician a las sociedades enteras. Contribuyen de modo sustancial a las economías prósperas y a mejorar la salud, la nutrición y la educación de sus familias” (ONU Mujeres), por lo que dedicarles una inversión especial no solo equipararía sus oportunidades a las de los pares masculinos, sino que posiblemente permitiría disminuir el actual gasto en rubros como salud, sin perjudicar el bienestar general. Y, ¿en qué podría usarse ese dinerito ahorrado? En crecimiento deportivo, cultural, agrícola o científico, en fin, en cualquier área que beneficie a la comunidad en general.

Así, se infiere que no hay pérdidas en la apuesta por más mujeres educadas, además de que las ganancias pueden ser millonarias. Entre otras cosas “las mujeres con mayor grado de educación por lo general son más sanas, participan más en el mercado de trabajo formal, obtienen mayores ingresos, tienen menos hijos, no se casan a temprana edad, y proporcionan mejor atención de salud y educación a sus hijos” (Jim Yong Kim, 2018). Un ojo detallista ya resolvió esta ecuación: más féminas con educación de calidad es igual a menos niños enfermos, menos desempleo, menos bebés no deseados, menos salarios paupérrimos. Los escépticos argumentarán que ese resultado no es una ganancia, sino el estado normal de una sociedad ideal. He aquí una elevación en potencia: una mujer bien educada mejorará su productividad, lo que “podría agregar miles de millones de dólares a la economía mundial” (Jim Yong Kim, 2018).  Es decir, más féminas educadas, más dinero para todos.

Como se ha visto hasta aquí, tanto seres humanos ilustrados como información especializada indican que debe fomentarse la educación de las féminas si se quiere que la economía avance eficientemente. Sin embargo, la UNESCO estima que “130 millones de niñas de entre 6 y 17 años no están escolarizadas, y 15 millones de niñas en edad de asistir a la escuela primaria (...) nunca entrarán a una sala de clase” (Jim Yong Kim, 2018),  lo que, en un contexto nacional, debilita la economía y crea desventajas en el mercado laboral, como las que tendrá un atleta al competir si no ejercita integralmente su cuerpo y su mente. Razón tuvo Jostein Gaarder, escritor noruego, autor de la conocida novela  El mundo de Sofía, al expresar que “un estado que no educa y capacita a las mujeres, es como un hombre que sólo entrena a su brazo derecho.” ¿Por qué un atleta se lesiona? ¿Por qué la economía no alcanza su máximo potencial? Por falta de atención o sobreexplotación en los puntos de apoyo. Por segregación o condiciones indignas para las mujeres, tanto en la educación como en el trabajo. Evidencia: “La participación de las mujeres en el mercado laboral internacional es aproximadamente 27 puntos porcentuales menor que la de los hombres” (Jim Yong Kim, 2018).

A continuación, el relato de un caso exitoso, especialmente dedicado a aquellos que dan crédito a las evidencias tangibles, por encima de las estimaciones estadísticas o consideraciones teóricas. Bajo la premisa de que “no hay mejor inversión que en las mujeres y muchachas para desencadenar el crecimiento económico y promover el desarrollo sostenible”, una gran compañía internacional de bebidas gaseosas puso en funcionamiento un programa de empoderamiento económico para las mujeres, con tres pilares: “capacitación empresarial, acceso al crédito, y desarrollo de redes de apoyo y mentores.” En otras palabras: educación, dinero, y orientación. Según informaciones oficiales publicadas por esa empresa, una de las participantes “ha duplicado el tamaño de su negocio”, “se ha convertido en una de las principales distribuidoras”, “presta pequeñas cantidades de inventario a otras mujeres interesadas en distribuir”, y utiliza la mayor parte de sus ingresos en la educación de su hija, quien sueña con ser médico (Elgin-Cossart, M., 2017). Toda esta información es verificable contactando al centro de distribución MDC, en el Distrito Kinondoni de Dar Es Salaam, Tanzania.

Es evidente que, al ser de una empresa de capital privado, el programa de desarrollo social antes mencionado tiene como fin último aumentar las ganancias  de los inversionistas, pues un negocio se sostiene sobre sus ingresos. Pero, la idea se extiende a los Estados, quienes también pueden/deben adoptar este tipo de iniciativas, pues una sociedad se sostiene sobre sus ciudadanos. “El cambio se producirá cuando las autoridades gubernamentales y la gente en todo el mundo creen presión en favor de grandes inversiones en las personas” (Jim Yong Kim, 2018). Usted y yo somos Estado, su compadre y su vecina también, somos quienes eligen a las autoridades, así que todos tenemos las responsabilidad de contribuir y exigir para la educación de las mujeres, por una familia, una sociedad y un mundo más próspero.


REFERENCIAS

Banco Mundial (2017). Educación - Panorama General - Contexto. Consulta 14/01/2019  

Elgin-Cossart, M. (2017). Por qué invertir en las mujeres impulsará el crecimiento económico y el desarrollo sostenible. Consulta 14/01/2019

Journey Staff (2014). Meet Lilian. Consulta 14/01/2019

Kim, Jim Yong (2018). Para construir un futuro mejor, se debe invertir en las mujeres y las niñas.  Consulta 14/01/2019

Patrinos, Harry A. (2016). Por qué la educación es importante para el desarrollo económico. Consulta 14/01/2019

ONU Mujeres. Educación y capacitación de la mujer. Consulta 14/01/2019


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